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El otro día, en el supermercado, una amable cajera con cara y figura de buen ver, me regaló una bolsa de la compra, especial, pues está hecha de tela y lleva mensaje en uno de sus lados. Es éste: «Soy de una generación que se planta», palabras que lejos de estar vacías son como un manifiesto. ¿Qué es plantarse cuando se está en la cresta de la juventud? ¿Qué espera o deja de esperar el que se planta? ¿Significa dar la cara y no retroceder ante los fallos y errores del sistema, sea nacional o unionista? O todo lo contrario: Me planto porque ya estoy decepcionado de todo y con todo, así que no vale la pena moverme. Todo junto responde a un difícil interrogante. ¿Qué es el país en términos políticos, sociales y financieros en este momento? ¿En qué creen los jóvenes? ¿Existen todavía los idealismos macrocolectivos? ¿En qué se parece una familia de hoy a otra de ayer? ¿Dónde está aquel entusiasmo por el cambio político de la llamada transición, cuando pegábamos carteles, repartíamos octavillas y soñábamos en una democracia que supuestamente nos haría orgullosos del suelo que estábamos pisando?

Y como todo gran cambio, como todo vuelco de un Estado autoritario a un Estado libre no pudo evitarse la existencia de mártires, como el caso de los abogados laboralistas, asesinados por los sicarios de la rabia residual. En aquel entonces, las pintadas en los muros de las ciudades tenían un contenido político, una protesta social, una crítica concreta, una demanda de libertad para alguien que algunos consideraban inocente, tal vez con ribetes heroicos. Hoy, las pintadas, los grafitis, poco dicen, como no sea el garabato de alguien que trata de dar a conocer su nombre de guerra urbana o algún motivo pintoresco de arte espontáneo. Dicen: Aquí estoy, con mis pintamonas de desesperada expresión.

¿Todavía no me habéis visto? Pues no. Esto es como los coches aparcados, por hermosos que sean, que al aparecer por miles en cada calle a nadie llaman la atención. Nos acostumbraremos a eso de plantarnos. ¿Acaso hay algún líder político que posea suficiente carisma para despertar oleadas de esperanza y entusiasmo? Díganme quién es y muéstrenme a sus millones de seguidores. En caso contrario, bueno, muy bueno, es plantarse. O preguntar a los que llegan, es decir, los aspirantes a voto.