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Soy de los que piensan que hay cosas necesarias y cosas prescindibles. Y cuando nos referimos a las instituciones que se sostienen con nuestro dinero, la línea que delimita unas de otras debería estar clarísima, porque creo que solo deben abordar lo estrictamente imprescindible. Acaba de ocurrir que el Consell de Mallorca –o mejor habría que decir su presidenta, Catalina Cladera– ha decidido dar casi dos millones de euros al Real Mallorca para que en su estadio se exhiba publicidad turística de la Isla. Hay aquí dos cuestiones a tener en cuenta. Una hace referencia al fútbol, afición que tienen algunas personas y otras no. No es, desde luego, nada imprescindible ni urgente, ni siquiera necesario. Entiendo a los apasionados del balompié, igual que a los de la ópera o la papiroflexia y me encanta que lo disfruten tanto. Pero yo no tengo por qué pagar sus aficiones o sus gustos personales, igual que no exigiría a nadie que sufragara los míos. Así que en este asunto quizá el Consell debería hacer una encuesta casa por casa para ponderar cuántos ciudadanos de las Islas desean apoyar al Real Mallorca con su bolsillo e invitarles a que lo hagan, dejándonos al resto al margen. Por otro lado, está el tema de la promoción turística. Algo que, entiendo, está desfasado. Estamos en el mundo de las redes sociales, de las tontadas de las influencers y de los streamers. ¿Alguien elegiría su próximo destino turístico viendo un nombre en la camiseta de un jugador de fútbol de un equipo modesto? Yo lo dudo, aunque confieso estar bastante fuera de toda esa fauna. Y además, ¿necesita Mallorca más gente atraída por la publicidad? ¿Queremos más colas de bobos para hacerse un selfi en el Caló des Moro? Si hay que repensar el modelo, hagámoslo desde sus cimientos.