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Se acaban de cumplir treinta años de los JJOO de Barcelona. Fue un momento mágico en el que los españoles nos unimos para llevar adelante un proyecto común, conscientes de que España se jugaba su proyección internacional. No así los nacionalistas, que se encontraron incómodos con la exhibición de tanta bandera española. Los que tuvimos la suerte de participar en su organización sabemos bien con qué pasión y rigor se trabajó en ese empeño, con un impulso compartido por todas las administraciones y una ciudadanía implicada en el propósito. Nos llegamos a creer que con el Estado de las autonomías podíamos superar los desencuentros históricos y disfrutar de la ansiada democracia en paz y armonía.

Han pasado tres décadas y el COE ha tenido que renunciar a optar a la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 debido a las desavenencias políticas entre los territorios involucrados.

¿Qué ha pasado de ayer a hoy para que la situación haya cambiado radicalmente? Si concretamos el fenómeno a Cataluña, a Pujol le saltaron las alarmas, temió que ese afán de España como nación podía dar al traste con su Programa 2000. No se había apagado el entusiasmo del éxito olímpico, cuando Pujol corrigió la deriva. El rumbo no era otro que dar los pasos necesarios para que, en su momento, se pudiera vivir un 1-O. Se controlaron todas las instituciones políticas y sociales: desde los colegios profesionales, la Cámara de Comercio, los clubes deportivos, las editoriales a las patronales y sindicatos; desde los jueces domésticos, los bancos, las escuelas, medios de comunicación, a las collas sardanísticas; etc. No tardó la burguesía, que en su día apoyó a Franco, en adoptar el carnet de CiU y disfrutar de subvenciones y contratos públicos. Correspondiendo, eso sí, con un agradecido 3 % de mordida. El PSC se sumó también al empeño separatista a partir del tripartito de Maragall.

Desapareció la sociedad civil y los otros se quedaron sin derechos de ciudadanía. Los orilló el supremacismo soberanista. Una sociedad victimista y provinciana ha sustituido a la mejor que se mostró en el 92.

Hoy, Sánchez contribuye a este atropello moral y material colaborando con los excluyentes y traicionando a los excluidos.