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Ha tocado con versatilidad, Manuel Monreal, casi todos los campos culturales: la musicología, los montajes de ópera, la literatura infantil, la novela; es autor de guías turístico-culturales de unos 50 países (Jamaica, EEUU, Portugal). Organizaba muchos conciertos de música brasileña, materia en la que es consumado especialista. Por otra parte su vida está ligada a Mallorca. Vino la primera vez en barco con un grupo de teatro para actuar en el Auditorio de Palma con una obra que se llamaba Los sapos de Vetusta basado en La Regenta de Clarín, un espectáculo que había ganado un premio importante (compartido con Fassbinder) en el Festival de Sitges.

Desde hace más de 25 años pasa largas temporadas en Palma, Marratxí o en Moscari porque parte de su familia es mallorquina. Uno de sus libros más deliciosos se titula Perder el tiempo (Lagartos editores), en el que narra un viaje personal lleno de encanto y de descripciones anímicas del paisaje y del paisanaje brasileño. Es una verdadera maravilla. Fue escrito en Marratxí. Además, es habitual de los conciertos que organiza su hermano en Moscari.

Su última novela, muy bien escrita, acaba de ser publicada por la editorial Ibera, y se titula Los agujeros negros prefieren vivir en pareja. Se trata de un ejercicio narrativo y a la vez filosófico en el que un grupo de personajes nos cuentan y conforman el tipo de mundo que se nos viene encima. Pareciendo ser una novela de ciencia ficción, sin embargo sorprende por ser puro neorrealismo. El mismo Monreal así lo define: «Quiero aclarar que esta historia no puede considerarse un relato de la vida en el futuro (…) les aconsejaría que se fijaran más y con más detalle en todo lo que sucede a su alrededor: algunas cosas cambian tan rápidamente, que muchas se nos escapan».

La argamasa del relato la componen la diseñadora de aparatos inteligentes, Clara, a quien siempre le ha costado conectar con las personas y su pareja, Félix, que es un robot guapo, amable y simpático que canta muy bien, desconoce la esperanza y el miedo, y no da jamás problemas: es el hombre perfecto e irremplazable para Clara que ve en él un amor tranquilo e inesperado. Pero Félix toma aliento propio y desaparece para asombro del ingeniero que lo creó y de Clara, y ahí comienza una trama que consiste en una relativa humanización de Félix (hasta donde su morfología le permite) y en una larga reflexión sobre las relaciones de pareja y la distopía que nos anega y que acabará desembocando en un mundo vacío y en un existencialismo frío que nos dejará inermes.

Unos de los debates que plantea el libro es si estaríamos mejor sin alma ni sentimientos (sin sustancia spinoziana). La novela está llena de descripciones urbanas y cotidianas que demuestran una capacidad de observación muy original. Por ejemplo: «Un niño corrió gritando desde la terraza de un café, para asustar a las palomas que se movían torpes sobre las losas del suelo. De mala gana remontaron el vuelo batiendo las alas, planeando perezosas en círculos».
Lean Los agujeros negros prefieren vivir en pareja, novela clave para saber lo que ya nos acecha, rodea y amedrenta.