Alguien dijo que la mejor manera que existía para ganar tiempo era no perderlo. A menudo creemos que contamos con todo el del mundo, que ya vendrán las ocasiones que un día cualquiera pensamos y que la mejor forma de conseguir las cosas era no precipitarlas. Efectivamente todo ello es muy sencillo cuando estamos convencidos de que contamos con todo el tiempo del mundo para conseguir todo aquello que nos propongamos. En verdad ello no está exento de razón pero cuando uno empieza a atesorar aniversarios es consciente de que la única realidad es que el tiempo es efímero y no espera por nadie. Es aquel metro que cierra con precisión sus puertas albergando en su interior a los que con premura han saltado a su interior. Algunos golpean con rabia la puerta que frente a ellos se cerró de manera implacable y que les obliga a esperar al próximo metro. Sí, es en ese momento cuando son conscientes de que todo depende del tiempo porque en ese preciso instante deberán reajustar una concatenación de situaciones que, a priori, estaban programadas y dadas por hecho.
Tiempo, bendita transformación...
Palma27/07/22 3:59
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