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Nacer poeta, sentirse poeta y ser poeta. Es una vocación pero también un desafío. No pocas veces choca con una triple muralla: la incomprensión de la gente, su indiferencia o en el peor de los casos, el rechazo hacia un lenguaje artístico que canta las verdades y juzga los desatinos, que abraza los sentimientos y acoge las intimidades. Miquel Àngel Lladó Ribas es un poeta. Y ahora en ese quehacer de notas existenciales, vuelve, felizmente vuelve, con otro libro de poemas, Sota l’esqueix, la tanyada, donde como es habitual en su obra, las notas tristes se vuelven esperanzadoras. El niño ausente, tan solo en apariencia, reaparece con una omnipresencia conceptual y activa.

Ahí están unos versos que no sé si me han llegado al alma o al corazón, que para según qué casos es lo mismo. «Som-hi, fill! Parla’ns altra vegada de Tu;/Deixa que ens arribi, net i lluent/ el teu verb despert, aquella alegria/ amb què ho inundaves tot/ fins a esdevenir lluminosa bassa,/ dolç parany, enyor de Tu més enllà/ del record i la malenconia.» También es difícil entender el mensaje de las latitudes insondables, que lo que acaba desde lo más prosaico del observador, recomienza. De lo que desapareció por aquello del ciclo vital, perdura, a nuestro lado, entre las cosas más diversas, durante los viajes más insólitos.

Quizá somos ciegos y sordos al tener que limitar nuestras experiencias a la acción de los sentidos corporales, a la visión de un cuerpo en tres dimensiones, al recuerdo de unas voces, a la memoria de unos sabores eternizados en compañía de la persona amada y desaparecida. Quisiéramos creer que el objeto de nuestras querencias sigue a nuestro lado, no sólo en nuestro interior sino en todas partes, en algunos lugares donde imprimió parte de su personalidad. Puede que hasta el aire, en el momento más impensado, nos traiga su mensaje y nos devuelva el soplo de sus ideas. Esto y muchas cosas más trata de decirnos el poeta para recordarnos que la vida está hecha de esperanza y la esperanza de vida. Lean el devenir mágico de estas cuatro estaciones y verán que lo perdido se asoma, que lo bueno, en aras de la memoria, es capaz de volver, ahora convertido en ternura, serenidad, confidencia, acercamiento, confianza, ensoñación, regusto por lo vivido y hasta risas, risas que vienen, no lo duden, del más allá.