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A Fernando Alonso le cayeron cinco segundos de sanción por hacer un par de zigzags cuando el finlandés Valtteri Bottas intentaba adelantarle al final del Gran Premio de Canadá de F1 y perdió dos puestos en la clasificación y cuatro puntos en el mundial. Alejandro Davidovich pegó un pelotazo al aire durante su partido de Wimbledon contra el checo Vesely, el árbitro lo castigó con un punto, y como estaba con match-ball en contra quedó directamente eliminado. A Enric Mas le pillaron el otro día meando delante de todo el mundo durante la etapa del Tour que acababa en Alpe d’Huez y le han metido una multa de 300 francos suizos, pero sigue entre los diez primeros.

Hay que celebrar que si bien las cosas han cambiado desde los tiempos en que a todos nos parecía normal que los ciclistas, amén de pararse a mear en cualquier sitio, sembraran las cunetas de bidones, bolsas de avituallamiento y todo tipo de envoltorios, en el fondo no hayan cambiado tanto. Estos días me he acordado de una conversación que escuché hace unos años en Pamplona durante los sanfermines en la que un mozo se lamentaba a otro de que dos municipales lo habían pillado también meando en la calle, lo habían metido en el coche patrulla, y en lugar de llevarlo a la comisaria para ficharlo, como esperaba, condujeron durante cincuenta kilómetros y al llegar a un cruce de carreteras lo hicieron bajarse.

No sé si a Enric Mas le parecerán muchos 300 francos por una simple meada en el campo, pero siempre será mejor eso que a mitad de la ascensión a Alpe d’Huez un juez te mande de vuelta abajo y te haga subir de nuevo por guarro. Porque ayer como hoy, el ganador del Tour debe ser el corredor más rápido y no el que tenga la vejiga más grande.