TW
1

A pesar de las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania; aun cuando el rebrote de contagios por las variantes del coronavirus adquiera tintes amenazantes; por mucho que gobiernos y autoridades europeas adviertan de un otoño extremadamente incierto energéticamente, una sensación de euforia parece haberse enseñoreado de la sociedad entera de Baleares, sin atender a cualquier otro razonamiento que no sea el tópico de apurar el momento presente sin esperar el futuro, carpe diem.
El latiguillo de ‘había ganas’ que utilizan los comentaristas de cualquier evento multitudinario se aplica asimismo a la avalancha turística que ya ha dejado de ser una expectativa para traducirse en la percepción de saturación tan cara a partidos y grupúsculos hostiles al turismo. En cualquier caso, el Govern pretende proyectarse como causante de esa euforia desbordante y hace suyas las cifras de visitantes, de crecimiento económico e incluso del empleo. El portavoz Iago Negueruela saludaba con entusiasmo la última estadística de ocupación y no dudaba en pronunciar la frase mágica: pleno empleo, replicada con el mismo fervor por la presidenta del Consell de Mallorca, Catalina Cladera, al dar cuenta del cumplimiento de los acuerdos de su coalición en un 92 %, y queda al albur o la fe de cada cual la aceptación del guarismo. También desde el Ayuntamiento de Palma se ha intentado poner el acento en la mejora de la ocupación, pero el alcalde, José Hila, no está para muchas fiestas después de tener que reconocer que las obras para recuperar las galerías de la Plaça Major no podrán comenzar hasta 2024, a pesar de sus compromisos con las asociaciones de comerciantes de compartir ideas y proyectos de futuro para el recinto; al final, la Plaça Major es una nueva constatación de la incapacidad de gestión de la mayoría que comanda, distraída por otra parte con el esperpento continuo de Podemos y las cuitas judiciales de Neus Truyol, portavoz de Més, que, como Pedro Sánchez, atribuye a «poderes ocultos» la petición de la Fiscalía de cuatro años de sanción por presunto delito medioambiental.

Sin lugar a dudas, los números de empleados son positivos, aunque las 34.248 personas que continúan sin encontrar trabajo puedan sentirse ninguneadas. Sin embargo, hay algún otro dato que no invita a tanto optimismo. El final del aplazamiento de las declaraciones de suspensiones de pagos, establecido por el gobierno para amortiguar los daños de la pandemia, augura un crecimiento importante de cierres empresariales, especialmente pequeñas y medianas empresas, las llamadas empresas zombi que aun siendo insolventes, incluso antes de la pandemia, continuaron con su actividad, sin generar los beneficios suficientes para pagar sus deudas.

Y, por fin, el apunte que debería obligar a poner los pies en el suelo. El descomunal encarecimiento de la energía y el combustible, una clave más del empobrecimiento general, sobre todo de las economías familiares modestas, que provoca una inflación por encima del 10 %, que ahora hasta la ministra Calviño admite que es elevada y será persistente. Por ello, tal vez fuera exigible que los poderes públicos, el Govern en primer término, pusieran un punto de contención a tanta alegría. La euforia suele ser corta; con el tiempo, la realidad gana.