TW
8

Al caerse la URSS y demás dictaduras comunistas pudimos pensar que las idealizadas democracias occidentales se extenderían, con sus supuestas perfecciones, por todos los rincones del planeta. Pero no, no ha sido así. Lo que algunos hemos comprendido más claramente que nunca ha sido que los grandes poderes fácticos y más o menos ocultos de este mundo (dirigidos por la superfuerza transatlántica) no estaban dispuestos a consentir la más mínima competencia a sus egocéntricas ambiciones por parte de sociedades emergentes, hartas de ser dominadas, humilladas y hasta expoliadas.

Si el comunismo era hasta hace poco la justificación para los montajes bélicos y armamentísticos, ahora, ya sin comunismos, presenciamos no solo la continuidad de tales montajes sino hasta su incremento (con el lucrativo y satánico negocio que esto supone) con el fin de oponerse a quienes deseen poner en peligro el imperio actual de los más ruines. Por esto ha perpetuado la OTAN su existencia, y metiéndose hasta en las propias narices de Rusia, provocándola descaradamente hasta el punto de lanzarla a una guerra tan salvaje como todas las guerras de los hombres. Y ahí tenemos ahora a la vieja y servil Europa tras los pasos marcados por su amo, involucrándose en conflictos adversos a sus propios intereses, conflictos absolutamente evitables si se actuara con un mínimo de la humanista ética que brilla por su ausencia.

Y ahí tenemos los parlamentos democráticos, de pie y aplaudiendo más o menos unánimemente al trágico-cómico líder ucraniano, ellos sí, con gobiernos aumentado los gastos militares con cantidades astronómicas de dinero, el precisamente nuestro y resultado de los impuestos que pagamos.
Y ahí tenemos también a las izquierdas con sus hipocresías consustanciales callando tímida y solo de manera testimonial al pronunciarse suavemente y sin salirse de los correctos límites establecidos. Y ahí sí, también tenemos a las grandes y aplastantes mayorías de nuestras gentes, idiotizadas, sin cabezas pensantes y hábilmente manipuladas por jefes y medios al servicio de los buitres.

Pero, mientras tanto, y a la vez, también tenemos ahí un mundo que despega y que se resiste a ser constantemente aplastado, el que toma nota de las fuerzas que pretenden asfixiarlo. Se trata del mundo nuevo, el de los países emergentes que Dios no quiera que nos hagan pagar a todos una factura que a los únicos que les correspondería pagar sería a los organizadores de las barbaridades y matanzas.

Triste Europa la nuestra, sí, la soberbia y egocéntrica, la fragmentada en sentimental pluralidad de pequeñas o grandes patrias también egocéntricas, la despersonalizada, la capitaneada por políticos sin talla, carácter ni sólida presencia en tiempos de revuelta, la arrastrada por la vulgaridad de masas utilizadas y utilizables, las necias y atolondradas, sin horizontes ni claras metas con principios esperanzadores. La Europa pretensiosa duerme en la abulia, la desmotivación, el embaucamiento, el servilismo, la vulgaridad y acantonada en el rincón de una decadencia sin fruto ni futuro. Triste Europa, sí, esta, la nuestra.