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La frase «el acusado negó los hechos», no sólo es una de las más repetidas en las crónicas judiciales y relatos criminales, sino un proceder habitual de la gente, incluso si nadie les acusa de nada. Negar los hechos suele ser siempre la primera reacción defensiva ente los hechos, y aunque los líderes políticos (y los subalternos) destacan sobremanera en esta tarea, y con el apoyo de asesores y medios de comunicación afines dedican a ello buena parte de su jornada laboral, la verdad es que casi todo el mundo, un par de veces al día, niega los hechos con fruición. Porque sí, porque son hechos, y ya se sabe lo jodidos que son. Negarlos alivia el estrés, y ciertos psicólogos hasta lo recomiendan a fin de mantener la autoestima. Otra cosa es saber negarlos bien, y de ahí que cada día observemos el penoso espectáculo de sujetos, incluso políticos avezados, negando fatal los hechos. Veamos, en fin, las tres maneras académicas de negar hechos como Dios manda. La primera es la negativa implícita, que ni se molesta en negar lo que ya da por imposible. El moderado señor Feijóo, por ejemplo, que negando implícitamente los hechos, lleva semanas acusando al Gobierno de negar los hechos, como Zapatero, arrastrándonos así a la calamidad económica. Luego tenemos la negativa explícita, que a su vez se subdivide en con explicaciones y sin ellas. Puesto que las explicaciones jamás funcionan cuando de negar hechos se trata (recuerden a los antivacunas), los entendidos optan por la negativa directa sin más; sin circunloquios ni justificaciones, con dos agallas. Acusando al acusador de actuar por motivos políticos, la descalificación favorita de los políticos. La audiencia se queda estupefacta ante tal desparpajo (véase Aznar), y recula espantada. Hechos negados. Y la negativa alternativa, que algunos consideran variante de la implícita, y exige propalar una serie de hechos alternativos, a la manera de Trump, Putin o el premier Johnson, que anulen los hechos considerados. Demasiado trabajosa; mejor la negativa anterior, a lo bruto. Pero hay una cuarta manera, la que suele emplear la gente. Ni acepta ni niega; sencillamente, le traen sin cuidados los hechos. Ni repara en ellos.