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No entiendo qué está pasando. Vivimos en una ciudad en caos, donde los taxis no existen. Si quieres un taxi: olvídate de llamar a una operadora, porque te saltará enseguida el contestador para decirte que vuelvas a llamar más tarde. Olvídate de ir a una parada de taxis, porque todas están vacías. Si tienes suerte y paciencia, puede que, tras esperar aproximadamente tres cuartos de hora, consigas un taxi. Es probable que el taxista te ponga cara de pena, de dolor o de insulto si le dices que vas a tu casa. Es decir, que no cobrará más de diez euros. Olvídate de intentar parar por la calle un taxi. Todos están ocupados. Muchos de los que van vacíos se hacen el sueco si adivinan que eres de aquí. Pasan de carreras cortas.

Hablemos claro. Los taxis son un transporte público. Entiendo que necesiten ganar en verano lo que no pueden conseguir en invierno. Entiendo que tienen que recuperarse tras las dificultades. Estoy convencida de que la mayoría de taxistas son muy buena gente. Supongo que muchos de ellos no están satisfechos con la imagen que están dando. Durante años, Joan Niell, que en paz descanse, fue mi taxista y mi amigo. Como soy usuaria habitual de taxis, tengo buenos amigos taxistas, personas cercanas que ya forman parte de mi vida, como Juan Carlos Díaz, una bellísima persona y un gran profesional. O Joan Miquel Pastor, hijo de taxista, que ama su profesión (como tantos otros) y con quien charlo sobre los problemas de los taxis: las dificultades que tienen para circular debido a la súper abundancia de coches de alquiler, el problema de que las bicis y los monopatines invadan los carriles de los taxis. Y, sobre todo, creo yo: los taxistas de temporada, los que no creen en su oficio, multiplican el precio de los viajes para los turistas ingenuos y se niegan a llevar mallorquines. El propietario de un restaurante me contó que se había planteado comprar una furgoneta para llevar a sus clientes desde el Portitxol hasta sus casas ante la imposibilidad de conseguir taxis. Yo he visto con mis propios ojos a un taxista obligando a bajarse del taxi a un señor mayor porque sólo quería hacer aeropuertos. Conclusión: tenemos que denunciar estos comportamientos.

Algunos amigos mallorquines me han dicho que este verano se pasearán con un carrito de viaje vacío. A ver si de esta forma consiguen algún taxi. Está siendo muy duro para los que vivimos aquí y también para los buenos taxistas de profesión. Me pregunto por qué el Ayuntamiento no toma cartas en el asunto. Es su obligación.