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Se comentó estos días que la última película de Tom Cruise, Top Gun: Maverick, tiene detrás como promotor y guionista extraoficial al Pentágono estadounidense. Qué sorpresa.
No es ningún secreto el papel propagandístico jugado por los medios de comunicación de masas en general y por Hollywood en particular. Desde 1947 la Motion Picture Export Association of America –que engloba a las grandes compañías cinematográficas– y el Departamento de Estado de EE. UU. (ambos uña y carne) mantienen un «acuerdo» según el cual todas las películas estadounidenses que se exhiban en el extranjero «han de vender el American Way of Life».

El trato incluye también «evitar la representación indecorosa» de cualquier aliado de EE. UU., sea éste la España de Franco, el Chile de Pinochet, las Filipinas de Marcos y Duterte o Arabia Saudí. Hagan memoria y compruébenlo. El caballo de Troya norteamericano llegó a Europa con el Plan Marshall. Tras la guerra mundial, el país que quería ayudas tenía que aceptar «cuotas de pantalla» cinematográficas, la Coca-Cola, el rock’n’roll y toda la cultura comercial yanqui, preñada de ideología capitalista, conservadora, militarista, cristiana e individualista. Desde hace casi un siglo se usan los medios de comunicación de masas para hacer ingeniería social e imperialismo cultural en cine, televisión y música (y hoy en redes).

Por poner unos pocos ejemplos actuales: Big Bang Theory busca más vocaciones ingenieriles para la carrera tecnológica y armamentística (y de paso promociona Israel); Me llamo Earl es puro american dream; Regreso al futuro y Forrest Gump son propaganda reaganiana confesa; ET es la historia de Jesucristo; todo Disney es una apología del clasismo, y así hasta el infinito. Hay un evidente y destacado interés en reclutar soldados (Top Gun, Oficial y caballero, La recluta Benjamin y un enorme etcétera) y sobre todo policías, protagonistas ineludibles de la mayoría de las producciones del amigo americano.

Tal es el poder alienante de los medios de comunicación de masas que la burguesía y el poder establecido, valga la redundancia, sólo concedieron el sufragio universal cuando aparecieron dichos medios, que garantizaban que mediante la colonización de las mentes las masas votarían obedientemente contra sus propios intereses. Y desde entonces.