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En 1904 el periodista y escritor G. K. Chesterton, que al ser muy paradójico tenía una gran visión de futuro, convencido de que en el mundo faltaban profesionales raros y adelantándose a su tiempo, publicó El club de los negocios raros, en el que se detallaban trabajos y negocios aún desconocidos, pero muy necesarios para el progreso de la civilización. Y de la economía, cómo no. Para pertenecer a ese club había que haber inventado una profesión o industria absolutamente nueva, o dicho con sus propias palabras «alguna nueva y curiosa manera de hacer dinero».

Sí, en 1904 ya existía mucha ansiedad social por hacer dinero. Un miembro destacado de ese club era el Obstaculizador o Retenedor Profesional, encargado de distraer, retener y mantener algún tiempo fuera de juego a los individuos que se juzgase conveniente, pues caso contrario obstaculizarían a su vez el negocio. Más de un siglo después esta necesaria labor ha evolucionado, y la realizan, entre otros que mejor no mencionar, los constructores de cortinas de humo, que logran parecido efecto dentro de la más estricta legalidad. Y es que Chesterton, valga la paradoja, las acertaba todas. También explica la novedosa profesión de Falso Antagonista, o Antagonista Capullo, contratado para hacer brillar la inteligencia y agudeza de réplica del contratante en las reuniones de sociedad. El falso contrincante nunca se cansaba de hacer el ridículo, y le ponía las réplicas a huevo.

Hoy esa figura sería el tertuliano iracundo, pero de pocas luces, que prestigia a quienquiera que ataque. Así cobró fama Pablo Iglesias, si no recuerdo mal. En la actualidad, naturalmente, los negocios raros se han desarrollado bastante, y constituyen el grueso de la política y la economía. Haría falta una trilogía para citarlos, sin contar con las rarezas digitales, pero dado que ahora todo son escenarios, la mayoría tiene que ver con la puesta en escena. Puesta en escena cuando no hay ninguna escena. Escenógrafos de la nada, iluminadores del vacío, tramoyistas de ficciones. Y fabricantes de pieles de cordero para lobos, que a su vez engendran una industria de falsificadores de pieles de cordero para lobos. Negocios raros o muy raros, en fin.