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He comentado a menudo que una idea es algo exótico que se queda pegado, como un insecto en el parabrisas. La mayoría de las veces ni te enteras, sobre todo si no estás acostumbrado a tener ideas propias. Pero ya no estoy muy seguro de esta idea acerca de las ideas; ahora creo más bien que ese insecto aplastado es un recuerdo borroso, que no se sabe de dónde viene ni qué es. Y que si te pones a pensarlo, lo normal es que acabes recordando otra cosa. Por asociación de ideas, naturalmente, ya que son extremadamente promiscuas y lujuriosas, y se asocian con todo lo que pillan, a lo loco. Así, según se va aclarando el recuerdo borroso, ya no es lo que era. ¡Ahora lo entiendo!, dice el usuario de la idea, sin saber que está entendiendo otra cosa.

Pero dejando de lado este engorroso problema, consustancial a la naturaleza espectral de las ideas, el asunto importante es que todas dependen de la memoria, y sin memoria no hay ideas que valgan. Considerando lo mucho que aborrecen todos los planes educativos eso de memorizar, y el hecho de que gracias a la avanzada tecnología la gente lleve su memoria portátil en el bolsillo, y no en la cabeza, el conocido drama contemporáneo de la falta de ideas, notable en políticos, entrenadores de fútbol, cineastas y autores de novela negra (entre otros muchos profesionales), queda casi totalmente explicado por la falta de memoria. Casi, porque si examinamos cualquier discurso yermo de ideas, por ejemplo en la campaña electoral andaluza, en seguida observamos que si no hay ninguna es porque deambula por allí una rata espectral gigante (ideológica, claro está), que se las ha zampado todas. Sí, las ideas, lo mismo que se asocian a lo loco sin miramientos de género, se devoran entre sí.

De modo que cuando se critica a alguien, político o no, por no haber tenido ni una idea propia en años, además de desmemoriado, lo que se quiere decir es que sólo tiene una, dos si acaso. La rata espectral mencionada, en efecto, que devora todo lo que brota, borrosas ideas infantiles incluidas, hasta alcanzar ese tamaño gigantesco. Se puede vivir perfectamente sin ideas, pero no con una. Huyan de los tipos con una idea. ¿Y de dónde he sacado yo ahora estas ideas sobre ideas? Ah, ni idea. Me acordé de algo, y seguramente acabé pensando en otra cosa.