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Mis tallarines encebollados con pimiento verde podrían hacer llorar de emoción a un capo mafioso, y predisponer favorablemente no sólo a él, sino a su madre y a su amante calabresa, que son señoras de armas tomar. Y eso que el toque final de pimienta es opcional, y a este plato excepcional no lo mejorarían ni unas láminas de trufa blanca del Piamonte. No hacen ninguna falta, para qué. Como no sé mucho de gastronomía, ignoro si tal receta ya existe, y si a algún italiano afrancesado (por lo de la cebolla) se le ocurrió hace mucho encebollar los tallarines, por lo que me atribuyo el invento sin pizca de vergüenza.

De todos modos, italianos afrancesados no hay, y además, nadie encebolla como yo. Si acaso algún chino, que no viene a cuento. Mientras se calienta al agua de los tallarines, se sofríen un par de pimientos verdes durante pocos minutos, se retiran por el momento y ahí mismo se rehogan dos cebollas en juliana. Pero en otro plato tenemos otra cebolla cortada, esperando, y ahí es donde está la gracia de mi encebollado. A mí la cebolla, como las divinas alcachofas, me gusta de todas las maneras. Rehogada, pochada, confitada y también casi cruda (como a los chinos, sí), por lo que no veo ninguna razón para prescindir de algún gusto. Mientras se escurren los tallarines, que procuraremos sean de calidad y hervidos lo justo, a la sartén con la cebolla casi rehogada se añaden los pimientos, y naturalmente, la otra cebolla y algunas láminas de ajo. Un par de minutos después se agregan los tallarines, agitados, pero no revueltos, a fin de que se empapen. Y ya está. Chorrito de aceite de oliva virgen, pimienta opcional y nada de queso ni tonterías.

Ni la trufa del Piamonte mejora este plato, que es perfecto en sí, y eso lo sé porque el otro día, deseando despedirme a lo grande de la temporada de alcachofas (todo se acaba en esta vida), decidí añadirlas a mis tallarines encebollados. Si puedes reunir dos gustos opuestos (pochada y cruda), por qué no tres. Error, no funcionó. Si la alcachofa no mejora el guiso, menos lo hará una trufa. Mis tallarines encebollados son de una simplicidad y exactitud asombrosas. Ya pensaré cómo despedirme de las alcachofas, otro día.