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Me temo que el año que se acerca, con las elecciones generales a la vista, los ciudadanos tendremos que soportar la sarta de mentiras que los partidos políticos nos soltarán para que les votemos y, encima, sigamos creyendo que vivimos en una democracia. Muchos ya no nos lo creemos. Será patético el espectáculo y, aunque Sánchez y Podemos –que se han olvidado de los graves problemas de sus votantes y ya llevan ropa de marca– no se hayan enterado, a muchos nos empieza a resultar insultante esa repetición de la jugada del trilero. Uno llega a preguntarse qué altura moral tienen los que llegan a los altos cargos políticos, porque que un socialista o sus comunistas palaciegos afirmen que España es la locomotora económica de Europa y que, al mismo tiempo, se nieguen a ver a la gente que no llega a final de mes, o que no quieran saber que la mayoría de los descendientes de los mallorquines, debido a esa gran injusticia económica llamada Unión Europea, van a tener que vivir en pisos de protección oficial, es de una falta de vergüenza absoluta.

Es tan indignante como cuando el presidente afirma que la Sanidad Pública va bien, y lo dice así, como si los ciudadanos no padeciéramos las trágicas consecuencias de tener que sufrir meses de espera para ver a un especialista… que a veces llega tarde, o como si no supiéramos que los médicos se largan de España porque aquí cobran sueldos de miseria. O cuando afirma que la justicia funciona y luego tienes que esperar tres años para un juicio y, entretanto, tienes que ver que los delincuentes, aunque hayan reincidido cien veces en violaciones, pederastia, malos tratos, etc., andan sueltos por la calle; esto último con la venia de la Ministra de Igualdad que ni menciona cambiar las leyes y se dedica a bobadas.

O ver que hay mil controles para los conductores y ninguna cámara para pillar a los grafiteros. Eso, esas leyes que no defienden al ciudadano que se porta bien, más que un progreso, son un regreso a las cavernas, a cuando nadie ni ninguna ley nos defendía de los bestias. Aquí, ni hay democracia, ni viven bien la mayoría de los ciudadanos; mientras, la España profunda, olvidada, se va acrecentando y, si un día deja de dormir, no se sabe bien a quién votará… o sí…