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Alguien dijo que llegaba un momento en la vida en el cual la única opción válida era hacer las cosas bien. Se necesita distancia para querer y olvido para recordar. Un día leí que un mercader, abrumado por su mísera y vacua vida, acudió a Buda y le dijo «Yo quiero felicidad», a lo que Buda se tomó su tiempo y le respondió, «primero retira el yo porque eso es el ego, después aparta el quiero ya que no es más que deseo y el deseo es algo efímero y carente de fondo, ya dispones de la felicidad». El mercader tardaría un tiempo en comprenderlo, hasta que una mañana despertó y empezó a ver esperanza donde antes veía desasosiego, su caos se transformó en paz y creó pequeñas ilusiones donde antes solo aspiraba a realizar grandes sueños que le sumían en una absoluta desazón. La frustración trae consigo el no poder queriendo alcanzar.

Entonces fue consciente de que, mientras unos atraviesan continentes enteros para dar sentido a sus vidas, otros regresan a sus orígenes para encontrarse. La vida seguía sucediendo día tras día abrumada por tanta infelicidad e indecisión, cansada de tanto desencuentro y absurdo orgullo que impide al ser humano alcanzar la defenestrada y valiosa humildad. Sí, siempre sale de nuevo el sol para los que, insatisfechos con ese nuevo día albergan la esperanza en ese nuevo amanecer donde reescribir, corregir y exprimir todo lo que uno reprimió alentado por el momento y por esos desacertados consejos que solemos recibir gratuitamente pero que cambian el curso de la vida de muchas almas inconscientes. Nadie tiene la vida escrita, hay unos valores y unas normas pero hay también un sentimiento que reconduce el proceder correcto de uno mismo otorgándole una cuartilla donde puede leerse que al final uno solo puede escucharse a sí mismo en un mundo donde lo habitual es hacer caso del consejo ajeno que suele esconder, tras la amabilidad, un alarmante y egoísta interés.

Desperté de ese mal sueño y me dije, todos buscamos lianas para atravesar la selva, nos saltamos las normas y creamos las propias, la cuestión es seguir avanzando a cualquier precio. Un día escrito en el tiempo alguien soltó las lianas y se halló frente a las bestias de la selva y halló en ellas un espejo que les unió eternamente y el peligro del que hablaban se convirtió en un crecimiento personal tan grande que no era digno de ser contado sino que únicamente podía ser vivido. Las mejores victorias suceden en nuestro interior, nos regalan soledad, la soledad del momento donde nace ese todo para poder ser, tal vez compartido.