de patitas en la calle, o en la puta calle como decían los más castizos, siempre ha sido lo peor que se le podía hacer, las tinieblas exteriores, el llanto y crujir de dientes, el espanto de la intemperie. «¡Tú, a la calle!», es lo último que escuchaba el desventurado o desventurada ante de echarse a perder. Salvo que se trate de libros, naturalmente, para los que eso de salir a la calle, todos hacinados bajo el sol como gentes sin techo, o inmigrantes en la vendimia, es la gran fiesta anual, la Fira del Llibre, el acontecimiento cultural que editores, libreros y escritores esperan todo el año con ansia. Y que empieza hoy. Sí, a mí también me han puesto alguna vez de patitas en la calle, y desde luego, no tiene ninguna gracia. Me extraña que a los libros les guste, porque es algo que no les gusta ni a los perros.
De patitas en la calle
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