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En los 15 años que he investigado la compra de la retirada de Italia y Alemania de la Guerra Civil he planteado esta cuestión a varios conocidos: ¿Tú hubieras vendido Baleares a Mussolini a cambio de la victoria republicana en la guerra? Algunos oriundos de la Península me han reconocido que sí. Creen que sacrificando un brazo se habría salvado el cuerpo entero y España se habría ahorrado 40 años de dictadura. No hay que ser cínicos. Hagan la pregunta en confianza a personas de izquierdas que no tengan relación con las Islas. Se llevarán alguna sorpresa.

Esto fue lo que pensaron varios líderes republicanos durante la guerra. Lo revelo en mi libro El oro de Mussolini (Arzalia editorial), disponible a partir de hoy en las librerías. Evidentemente, aquella posición era fruto de la desesperación, pero también de la poca simpatía que tenían algunos por Baleares. Para ellos, era un territorio alejado que ya estaba ocupado por italianos (esto solo era verdad en parte) y siempre había sido feudo de la derecha. El dato de las elecciones de febrero de 1936 es demoledor. Mientras en toda España el Frente Popular ganó con holgura, en Baleares los conservadores arrasaron y consiguieron los siete diputados en disputa. Vencieron en todas las islas menos en Formentera. De los 52 municipios de Mallorca, la izquierda solo ganó en 7.

La Operación Schulmeister fue puesta en marcha por varios líderes del PSOE: el presidente del Gobierno, Francisco Largo Caballero; el ministro de Exteriores, Julio Álvarez del Vayo, y el embajador en Francia, Luis Araquistáin. Además, contaban con la complicidad del presidente de la República y líder de Izquierda Republicana, Manuel Azaña. Ninguno de ellos tenía relación con las Islas. Tres eran madrileños y el otro cántabro. Me gustaría saber si también hubieran estado dispuestos a sacrificar su región.

A Largo Caballero le sustituyó un presidente canario, Juan Negrín (PSOE), que suspendió la operación. Evidentemente, Negrín jamás habría permitido vender Canarias a cambio de la victoria. Él se centró en comprar al Reino Unido y Francia, así que su ministro de Defensa, Indalecio Prieto, socialista asturiano, propuso a los ingleses la cesión de los puertos de Maó y Cartagena. Otra vez los baleares salíamos mal parados.

No he encontrado ninguna implicación en estas operaciones de los ministros anarquistas, comunistas o nacionalistas catalanes y vascos. De hecho, la clave del libro es una carta inédita de la ministra anarquista Federica Montseny denunciando aquellas cesiones. El Ayuntamiento de Palma le ha dedicado recientemente una calle. Solo por el favor que ha hecho a las Islas con su confesión ya se la merece.