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Alguien dijo que una página en blanco frente a sí era una puerta que, una vez abierta, nos ofrecía la oportunidad de dibujar el universo que uno lleva en su interior ya que no hay nada más medicinal que esa conversación íntima que todos mantenemos en silencio con nuestra persona. Lo que piensas es de dominio público, no importa cómo lo disfraces o edulcores de cara al resto, al final, tan solo es tuyo lo que sientes y esa es la única realidad que disponemos. La vida es urgencia y es prisa, eso es lo que la mayoría nos dirán, pero es principalmente calma. Las malas decisiones nacen de las prisas, los arrebatos de impulsividad traen consigo un profundo desasosiego donde pocas cosas suelen quedar aclaradas y donde los intentos para remendar los hechos quedan condenados a la inexistencia.

Lord Byron dejó escrito en sus poemas que nada había peor que no amar a quien se quiere y amar a quien ni siquiera sabía que uno amaba. Así es la vida, al final es un cúmulo de soledades que se conforman con seguir soñando el verdadero amor que son incapaces de hallar o, en el peor de los casos reconocer. Existe una indescriptible belleza en ese momento en el cual realizamos una introspección de todo aquello que nos sucedió rememorando el almanaque de nuestras vivencias. Pero más bello es aún recordar aquellas cosas que jamás nos llegaron a suceder y que, sin embargo, seguimos pensando. Sí, somos dueños de nuestros pensamientos y solo nosotros podemos crearlos y darles forma si tenemos la valentía de dibujarlos.

Con el tiempo eres consciente de que no todo es blanco o negro, de que tampoco puedes lanzar una moneda al aire que simbolice el todo o nada en un arrebato juvenil porque todo depende del momento y de la fuerza que uno ha ido albergando en su interior en cada diapositiva vivida. Hay decisiones que requieren del tiempo y de ese mágico diálogo interno que suele darnos las claves de ese todo o ese nada porque llega el momento en el cual uno despierta del letargo y, efectivamente descubre que lo quiere todo cansado de conformarse con poco o nada. Entonces llega una inefable fuerza superior que te coge sutilmente de la mano y te posiciona nuevamente frente a aquella página en blanco donde poder escribir con caligrafía de fuego todo lo que se desea con el alma...