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Existen muchos proverbios, refranes y frases hechas relativos a la gratuidad de dar unas explicaciones cuando éstas no resultan convincentes. En tal caso suelen convertirse en ideales argumentos peligrosos que se vuelven contra aquel que simplemente habló por hablar. Le ha sucedido reciente mente a Tomás Díaz Ayuso, hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, circunstancia a la que el interesado se refiere de forma tan explícita como curiosa. «Es una putada.

Realmente la palabra, o la definición, es que es una putada que conforme a lo que se dedique tu hermana tengas tú que verte afectado». Puesto en contacto con un periodista de un diario de tirada nacional, se negó en varias ocasiones a contestar a una pregunta sencilla, consistente en averiguar si sabía que los certificados expedidos por la fábrica en la que compró las mascarillas eran falsos. No hubo manera. Dando muestras de la clásica paranoia de quien se siente perseguido y exhibiendo una falta de respeto a la seriedad de lo publicado por los medios, el hombre se perdió en divagaciones exculpatorias, incluyendo una particularmente graciosa: «Ayer publicaron que tengo una chatarrería en Sevilla».

Finalmente, tenía que romper una lanza en defensa de la familia, estaba cantado. Harto ya de las «invenciones» de los medios, templó a lo grande: «Pero los Ayuso siempre somos unos gitanos. Tenemos siempre que estar jodiéndola y vendiendo guarrerías. Nunca lo hacemos bien». No seguiré y aprovecho para pedir disculpas al lector por el exceso de citas textuales, pero eran necesarias para hacerse una idea del rostro del individuo.