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Se ha conocido hace pocos días un documento propositivo sobre política económica del PP. Es una buena noticia. Y lo es porque parece que se han dejado de lado las boutades, las salidas de tono y los mensajes simplistas, a parte de un posicionamiento frontal a todo lo que provenga del gobierno, aunque lo que éste proponga sea razonable. Esperemos que esto sea así. Resulta curioso que acabe siendo noticia algo que debería ser un modus operandi normalizado: la valoración de las formas –la presentación de un documento formalizado con propuestas–, frente a la crispación y la ira que se han destilado durante demasiado tiempo.

Sin embargo, el eje medular del texto conservador es de trazo grueso: la bajada de impuestos, aunque existan pinceladas más finas sin excesiva concreción. Una posición que no se encuentra en la línea de lo que instituciones como el FMI están diciendo. Hace apenas una semana, Gita Gopinath, la número dos de dicha organización, ha sido tajante: no es aconsejable que España baje los impuestos. La declaración está en sintonía con lo que el último informe del FMI expone, y que ha comunicado su máxima dirigente, la economista Kristalina Georgieva, toda vez que «hay que hallar dónde se encuentran los recursos para compensar a quienes más han sufrido» con la crisis. El texto del FMI, trabajado a fondo por su equipo técnico, subraya otro factor: España será el país de la UE que va a mantener un mayor crecimiento económico, frente a los problemas, por ejemplo, que se apuntan para Alemania, dada su dependencia del gas ruso. Pero sigamos con documento del PP:

1. Contraer impuestos para frenar la inflación va a mejorar el consumo y, por tanto, tirará hacia arriba el PIB. Pero también los precios, de manera que esas medidas, destinadas a atajar la inflación, la acabarán potenciando.

2. Las medidas suponen una pérdida de recaudación del orden de, como poco, 10 mil millones de euros, que se trasladarán a las economías públicas regionales, competentes en servicios sociales estratégicos. Fiarlo todo a un crecimiento potencial se ha revelado erróneo: los ejemplos de historia económica son ilustrativos al respecto. La tensión en las haciendas autonómicas puede acabar con una subida de impuestos: hay ejemplos.

3. La bajada de impuestos se debería compensar con otros ingresos, o con recortes en servicios públicos. Los números no cuadran si no se hace así. Surgen nuevos interrogantes: ¿de dónde procederán esos ingresos? ¿qué arquitectura fiscal se propone? ¿es razonable mezclar los fondos europeos en todo esto, con la complejidad de los calendarios y los grados de ejecución? ¿qué se puede recortar?

Dos consideraciones finales. Primera, el gobierno debe atender este documento, para apreciar si puede asumir algunos de sus enunciados. Segunda: el PP debe explicar más y mejor, con mayores concreciones, los postulados que ha expuesto, ya que se persiste en propuestas que, en algunas partes, siguen siendo etéreas, poco o nada específicas. El Libro Blanco de la Fiscalidad (800 páginas y decenas de expertos en su elaboración) debería ser una buena guía para el equipo del presidente del PP y sus seguidores autonómicos.