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A nosotros, cual ovejitas, nos llevan, o pretenden llevarnos, de aquí para allá según cuales sean los propósitos de los que manejan el mundo. Pueden llevarnos a garrotazo limpio o de un modo tan disimulado como para hacernos creer que somos nosotros los amos de nuestros destinos. Esto último ocurre en los países llamados ‘libres’, los que están mediatizados por los grandes poderíos, los que controlan las informaciones y mensajes para con ellos conformar nuestros pensamientos en favor de sus intereses.

Al principio de la guerra ucraniana (de la que solo nos muestran los desastres de los rusos y jamás los del otro bando, el que, por lo que parece, no ha echado ni una sola bomba). leía yo en cierto diario el elogio que se hacía a los «cosacos» ucranianos, estos «que reconocen llevar la guerra en la sangre». O sea, que el elogio por ser intrínsecamente belicoso depende de quienes sean los violentos. Perfecto, por lo tanto.

También en otro diario y no hace mucho se comentaba con simpatía sobre un francotirador canadiense, que luchó contra el IS, y que había llegado a Ucrania para combatir contra los rusos. Era un «hábil» francotirador mercenario con capacidad «de abatir desde tres kilómetros de distancia». O sea, que la capacidad de «matar» (sustituida por la palabra abatir, que significa también matar, pero lo disimula) de este sujeto era calificada positivamente de habilidad, tal cual, supongo, habilidad será también (y no falta de escrúpulos asesinos) la de los que hagan lo mismo en el bando contrario, pero según la prensa rusa.

Y siguiendo con lo mismo, veamos como en occidente la suspensión de canales televisivos (TF, Sputnik), o de once partidos políticos en Ucrania, no es considerada censura, sino solo «control contra fake news», igual que control será, suponemos, para los poderes rusos la censura contra sus medios informativos y que nosotros, en este caso, sí llamaremos claramente censura. También es significativo que los magnates de negocios que influyen en los sectores sociales, económicos y políticos sean llamados despectivamente oligarcas si son rusos, pero no, en cambio, si son de países occidentales, aunque actúen como aquellos.

Y ya para acabar, aludamos a los recursos eufemísticos usados para evitar expresiones que, si se presentan directamente, puedan perturbar unas sensibilidades que se desean favorables a lo que claramente es repugnante. Así vemos como un prestigioso político español, el señor Solana, refiriéndose al conflicto bélico actual, dice que «los europeos saben que a veces deben dar la vida por una idea». No importa decir que en este eufemístico ‘dar la vida’ se encierra el áspero ‘matar’, algo que se oculta. Como también se oculta en la expresión «inevitables sacrificios humanos» a invertir en la lucha por la independencia a los que aludía una conocida independentista catalana, ‘sacrificios’ que no sé hasta qué punto estaría ella dispuesta a asumir si incluyeran la vida de sus propios hijos, si es que los tiene. Total, que para qué seguir. Nuestra decente objetividad occidental es absoluta.