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La artimaña de las pistas falsas, de la que tanto abusan las novelas policiales, las series de suspense y las redes sociales, consiste en ir dejando miguitas de pan por donde no ha pasado nadie, a fin de que si alguien sigue el rastro, ni siquiera pueda confirmar la falsedad de las noticias. Que es, como sabrán por los sociólogos, analistas y hasta filósofos, el abecé de esta era de la posverdad. Además de borrar las huellas, cosa que ciertos animales hacen sobre la marcha con el rabo, y más importante que ocultarlas, es dejar abundantes pistas falsas que no llevan a ninguna parte.

Se gana tiempo para implementar nuevas falsedades, lo que combinado con falsas alarmas aquí y allá, y el uso reiterado (también procedente de la literatura) del narrador poco fiable, saca de quicio y desmoraliza bastante a cualquier perseguidor de la verdad. No porque no la encuentre, sino porque encuentra verdades a docenas, a centenares, todas igualmente falsas y colocadas hábilmente a modo de reclamo. Reclamo que a la larga es disuasorio, y en lugar de atraer repele.

Por cansancio, por aburrimiento, porque qué más da. De ahí que según dicen, y cualquiera sabe si es cierto, una gran mayoría de rusos ni siquiera se han enterado de que están en guerra con Ucrania, pero les atemoriza que Europa y EEUU les ataquen de pronto con armas nucleares. Pista falsa que lo mismo sirve para consumo interno que como amenaza al exterior. El ejemplo es extremo, pero suponiendo que no sea otra pista falsa y los rusos sepan muy bien lo que pasa, y hasta lo aprueben, demuestra que en esta época de posverdad (como todas, por cierto) las pistas falsas son más importantes que las mentiras. Y la información diaria, sea política, económica, cultural o recreativa, es un hervidero de pistas falsas.

La realidad, no digamos ya la digital, ha aprendido mucho de los autores de novela negra, y pronto rizará el rizo con falsas pistas falsas, como los buenos thrillers. Como las miguitas de pan que deja caer Feijóo acerca de sus relaciones con Vox. Falsas y ciertas al mismo tiempo, el colmo de la falsedad. ¿Y se puede llegar a la verdad siguiendo pistas falsas? Desde luego, no hay otra forma. Pero cansa mucho.