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Hará 35 años fui a la Universidad de Alicante a entrevistar a Míkel de Epalza, autoridad mundial en historia árabe-islamica y en la obra de Anselm Turmeda. Le tuve que invitar en el bar de aquella institución —pese a ir yo sin un duro— a un buen y denso bocadillo de filetes de caballa que se comió con fruición. Ya en aquel entonces (1987), Epalza me dijo que en los años futuros Europa se colapsaría de pateras. Aproveché aquel trasiego por Alicante y Murcia, con su Virgen de los Peligros, para ir a Tárbena, Altea (sin Marisol), Callosa del Segura (en una de las puertas laterales de su iglesia se mantenía el letrero «Orinar, tres pesetas», hice diapositiva para mandársela a Cela); luego con la impedimenta me fui a Orihuela, a conocer a los sobrinos de Miguel Hernández y la casa en la que vivió el poeta, para acabar posteriormente en Monóvar, patria del maestro Azorín. Siempre me ha gustado mucho releer a Azorín, su prosa concisa y precisa, llena de silencios y a la vez de sugerencias.

Mi cordón umbilical —el que salió de mi madre con la ayuda de mi hermano mellizo Pedro— está ligado a la familia del autor de La ruta de don Quijote porque el hermano de Azorín, don Ramón Martínez Ruiz, era el médico de La Puerta de Segura (Jaén) donde nací y viví con mis queridos padres, Tomasa y Pedro Antonio, hasta los cuatro años. Mis padres lo tuvieron de médico en su adolescencia y ya de mozos, don Ramón era una gran persona y estaba casado con una rica hacendada del pueblo, doña Carlota, por eso solía atender gratis a los necesitados. Azorín y Baroja visitaron a don Ramón en La Puerta.

Mucho antes, 1906, el autor de La voluntad estuvo en Mallorca. Creo que intentó llegar a Palma desde Barcelona, en el vapor ‘Balear’, pero eran días de marejada, finalmente arribó a Mallorca desde Alicante, con calma chicha en el mar, durmió plácidamente en su litera, hizo escala en Ibiza y ya por la mañana disfrutó del perfil palmesano visto desde su bahía: «La ciudad aparece de pronto con sus torres, chapiteles, sus terrados; a la izquierda, entre el follaje, aparecen las edificaciones de quintas y hoteles». Desde Palma se fue Azorín a Valldemossa donde vivía su amigo Juan Sureda Bimet, en el Palacio del rey Sancho. Azorín y tres amigos (Torrendell, Salvá, los dos periodista mallorquines, y Sureda) se subieron a un carruaje y recorrieron la costa marítima de Tramuntana, Miramar (fincas del archiduque Luis Salvador), Son Marroig (con el museo del mueble mallorquín) y Sóller (donde sus amigos y él almorzaron opíparamente con la venía del alcalde), etc.

El paseo le gustó mucho a Azorín a quien Antonio Maura ya le había hablado de la belleza de esa zona. Le sorprendió al escritor levantino que en las tierras del Arxiduc jamás se cortaba un árbol. En Palma durmió en el Gran Hotel y se hizo muy amigo de su propietario, que le puso tres pastillas de jabón en el lavabo, cosa inusual. Quisiera dedicar este artículo a mi querido amigo y vecino palmesano Salvador, gran persona, hombre muy culto y lector habitual de las páginas de Ultima Hora.