TW
1

El panorama político balear se encuentra en un impasse inédito, pues a prácticamente un año de los próximos comicios no sabemos aún qué abanico de fuerzas va a presentarse a las elecciones autonómicas, insulares y locales de 2023. Siendo más concretos, no conocemos quién o quiénes van a intentar ocupar el espacio centrista, casi siempre trascendental para la gobernabilidad.
Francina Armengol ya sabe que probablemente no sume suficientes escaños con sus tradicionales muletas de la izquierda y, por eso, de momento, mantiene las formas con la facción vencedora del congreso del PI, liderada por Pep Melià.

Algo parecido le sucede a Marga Prohens, que suspira para no tener que depender únicamente de Vox y sus propuestas lingüísticas incendiarias, aunque es más que dudoso que el efecto Feijóo estire tanto las previsiones como para ello. A la campanera le vendría de perlas un socio alternativo de ámbito autonómico en el centro, al estilo de Coalición Canaria. Probablemente, sea la única forma de que el PP no quede exclusivamente en manos de la derecha populista, a la que se juzgará en gran parte por lo que pase de aquí en adelante en Castilla y León. Hacer oposición con barra libre es una cosa y tener que elegir entre el menú de posibilidades de la gobernabilidad otra muy distinta. El problema es que tampoco se sabe si el PI va a acabar presentándose en solitario, arriesgándose a quedarse fuera de las instituciones tras la pérdida de algunos importantes apoyos locales, o si acabará integrándose en una operación centrista de más amplio espectro como la que se viene fraguando entre una nutrida porción de fuerzas municipales independentes de Mallorca y que cuenta, en Palma, con un numeroso y activo grupo de militantes y excargos de Ciudadanos en las Islas, entre los cuales posiblemente estará en el futuro el actual concejal no adscrito de Ciutat, Josep Lluís Bauzá.

Se desconoce, por cierto, si Ciudadanos resistirá un nuevo embate electoral o si, ante esa perspectiva catastrófica, muchos de sus actuales líderes no buscarán alternativas locales antes de que se acabe de hundir el barco. El problema con los ex de Cs es que ha habido entre ellos demasiadas diferencias personales, que dificultan la recomposición del espacio, algo parecido a las guerras internas del PI que, aún hoy, todavía colean en las redes. Lo cierto es, pues, que el escenario no puede ser más apasionante para cualquier analista de la cosa política. Lo que resulta indudable es que todo este rompecabezas deberá comenzar a tomar forma a finales de esta primavera o, como muy tarde, al inicio del próximo curso político, otorgando a los futuros candidatos el tiempo preciso para ser lo suficientemente conocidos por el respetable.

Paseando por Ciutat –algo que últimamente hago poco para no indignarme más de lo necesario– descubro un nuevo cadáver urbanístico en potencia. El magnífico edificio que fue antigua sede fundacional de la Caixa de Balears –obra de Gaspar Bennàssar– en la calle Ramon Llull, en la que solo quedaba una pequeña oficina que CaixaBank, cómo no, ha cerrado. A lo peor, termina siendo la vivienda de lujo de algún inversor nórdico, aunque no sé si prefiero esto a que acabe entre el cementerio de despojos arquitectónicos que colecciona Hila.