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Balearas ha duplicado su población en tres décadas, un ritmo tan brutal como la pérdida de riqueza que hemos padecido en este mismo período. La facilidad para encontrar empleo en un país permanentemente en crisis ha atraído a medio millón de personas, que han buscado aquí una oportunidad para prosperar. Sin embargo, este año los empresarios del sector turístico están encontrando serias dificultades para conseguir mano de obra. Eso, que antes caía del cielo en tromba, ahora se escabulle. Y todo mientras permanecen en las listas del paro cincuenta mil personas. ¿Cómo es posible?

Dicen los hoteleros que muchos demandantes de empleo no cumplen los requisitos necesarios para desarrollar el trabajo, les faltan habilidades digitales e idiomas, por ejemplo. Eso indica que la mayoría de esos que se quedan anclados en las listas del paro corresponde a eso que antes se llamaba ‘mano de obra barata’, la de más baja cualificación. Personal que ya está cubierto por exceso de oferta y que cada vez se solicitará menos, porque la economía tiende a la robotización y ya no son necesarias tantas manos como antes. Quizá sea el momento de comunicar al mundo que Balears ya no es la tierra prometida que muchos pensaban. A los gobernantes les encanta proclamar sus logros, siempre hablan de bajadas espectaculares del paro y crecimiento económico sin parangón.

Datos tergiversados que transmiten hacia afuera la idea de que esto es Jauja. Eso atrae cada año a nuevos habitantes que chocan con un muro. Sufren para encontrar vivienda y pasan a engrosar las colas del hambre. Son varios miles. Así ¿hasta cuándo? La honestidad siempre es preferible. Digamos las cosas como son. Mostremos los datos reales. Aunque duelan.