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Puede que la Historia lo recuerde así porque, efectivamente, su puerta de entrada a gobernar en España ha sido por Castilla y León, aunque en realidad ya estaban aquí porque quizá nunca se fueron. La influencia que la ultraderecha tiene en Murcia y en Andalucía es enorme, aunque oficialmente no está en el Gobierno de esas autonomías. Tampoco lo está en la de Madrid, aunque es como si lo estuviera porque el mundo Ayuso es tan propio de Vox como del PP. La derecha más conservadora y extrema de este país, la heredera directa del franquismo, siempre ha estado aquí, incrustada en los cuerpos y fuerzas de seguridad, en la judicatura, en la Iglesia y en muchos hogares de españolitos de a pie que lo llevaban en silencio porque la llegada de los vientos de la democracia aconsejaba no significarse demasiado hasta ver en qué acababa todo aquello. Hubo un tiempo en que alardear de facherío no estaba bien visto, o podía no estarlo, por lo que solo se alardeaba de ello en petit comité y en conversaciones con los ‘nuestros’, pero la aparición de Vox en el panorama político patrio y el descarado apoyo que muchos medios de comunicación le han dado, ha hecho que salga del armario la España más rancia, casposa y retrógrada, y lo ha hecho como si hubiera abierto una botella de cava (no catalán, por supuesto) que mancha con su espuma todo lo que encuentra a su paso.

Grave fue que el PP aceptase varios de sus planteamientos más retrógrados como la negación de la violencia de género a cambio de su apoyo allí donde lo necesitaba, pero grave, mucho más grave será tenerlos dentro de un Gobierno autonómico, al frente de una vicepresidencia y de tres consejerías.
El PP de Casado pergeñó una maniobra política rastrera para sacarse de encima a Ciudadanos del Gobierno de Castilla y León. Convocó elecciones anticipadas convencido de que obtendría mayoría absoluta, pero el resultado fue un tiro en el pie que le impedía gobernar en solitario.

Y, al fin, el PP se ha quitado la careta y ha demostrado que poco o nada le importa dar entrada en el Gobierno a la extrema derecha con tal de tocar poder. Poco o nada le importó a Casado que Mañueco negociase con Vox su entrada en el Gobierno y poco o nada le ha importado a Feijóo que ese gobierno, el primero en España con Vox, se haya formalizado cuando él ya presidía el PP. La Historia recordará que entraron por Castilla y León, pero no olvidará que quien les abrió la puerta fue el PP, el de siempre y el recién renovado, tanto monta, monta tanto.