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Tabla rasa por falta de ideas creativas. ¿Una solución bien reflexionada? Seguro que no.
Mallorca vive de su paisaje extraordinario y sobrevive del turismo. Además la gastronomía es un parte de la vida social mediterránea, sobre todo donde hay vistas espectaculares y una brisa fresca del mar.
¿Puede ser que ecologistas y autoridades costeras poco a poco bloqueen playas y calas y nieguen ofertas de ocio a un público que desea una bebida o comida refrescante después de un baño en el mar o para alegrarse de la belleza de la costa y regodearse con una vista de una amplitud sin fin, principalmente en unos tiempos de renuncias y de tristeza? Unas ‘zonas prohibidas’ en las que liberarse de la presión social, observar los pájaros en los bosques, inspeccionar la flora de las dunas y las algas en el agua, mientras la arena esta lleno de zostera marina podrida.

Por un lado miran en actitud desprevenida cuando se derrama un montón de materia fecal dentro del mar afectando a calas y playas. Por otro lado vetan actividades bien organizadas y siguiendo las leyes de la depuración química de aguas residuales. Como muchas veces en esta Isla preciosa, las decisiones de las autoridades pasan de un extremo a otro. Todo o nada. Un término medio evidentemente parece demasiado fatigoso para un seso desgastado, aunque con un poco esfuerzo y voluntad mucho más sería posible.

En todo el mundo hay parques naturales con gastronomías integradas. ¿Por qué no aquí? La Isla es rica en materiales ecológicas, sostenibles y además típicos. Con ellos y combinados con diseños creativos se puede construir unos chiringuitos destacables en armonía con el ambiente. Así Mallorca podría ser una pionera en el ámbito paisajístico innovador.

Es necesario reconocer que se necesitan reglas constructivas, así como también materiales y una protección ambiental valiente, pero nada es imposible. Con licencias limitadas, medidas preventivas en lo tocante a la colección y evacuación de residuos, junto con la disciplina de la gente, puede nacer una nueva ‘cultura de la playa’, protectora y animada a la vez, y todo ello sin destruir el paisaje.
Pero si falta el querer, no hay ningún camino hasta conseguir soluciones practicables y que sean útiles para la colectividad. Si todo se hace con medida y con un objetivo claro, este será un camino inteligente y prometedor.