TW
0

El perdón se merece el cum laude. Demasiado frecuentemente se intenta restar valor a ese máximo valor. Como cuando se dice que no es viable el perdón porque es inevitable el olvido. El hecho es que el perdón no implica olvido ni se limita a él. Perdonar, es más. Perdonar ni es excusar (se excusa al ignorante, se perdona al malvado) ni es olvidar. Hay actos que contienen tal nivel de perversión que, por muchos años que se viva, se van a recordar.

Perdonar es otra cosa, es renunciar a devolver al ofensor la crueldad recibida de él, es frenar la espiral de la violencia, es romper el círculo vicioso de la venganza. La venganza es capaz de repetir la misma historia; el perdón, de crear una historia nueva. Quien perdona no es ciego, ve la maldad, pero elige poner su mirada en otro punto: del enemigo ve su pasado, cierto, pero mira su porvenir, al que quiere dejar a salvo.

El perdón ab-suelve y di-suelve acto y actor; des-vincula el destino final del delincuente de su acto delictivo, no liga su acción perversa a la perversidad total de su persona. Ojo al dato: perdonar no es signo de debilidad. Lo fácil es dejarse llevar por la venganza. Se necesitan agallas para taponar las embestidas espasmódicas de la ira.