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Veintitantos supermercados europeos han pedido a Andalucía que no permita más extracciones y regadíos en el entorno del parque de Doñana. Empresas agrícolas respetuosas con el medio ambiente y los recursos hídricos es lo que piden ecologistas, científicos y gentes sensibles al cambio climático que ya padecemos. Coincidiendo con el Día del Agua, centrado en los depósitos subterráneos, la semana pasada se desarrollaron aquí conferencias, debates y otros actos sobre el casi único recurso natural de las Islas para identificar problemas y proponer soluciones preventivas.

Prevenir es el verbo de moda por la endemoniada situación de los suministros de energía, materias primas y transportes, agravada por una guerra miserable. Dice un especialista de la ONU que la escasez de agua es un problema ético por destinar recursos a influyentes intereses productivos y malgastarla en instalaciones suntuosas con desprecio de derechos humanos y necesidades vitales, y que la solución no está en más pozos, que la clave es «recuperar, regenerar y reutilizar los acuíferos».

Más nos vale. Los avisos de que viene el lobo de la sequía y las restricciones son creíbles y piden la implicación de las administraciones para tapar fugas, racionalizar regadíos y reducir consumos domésticos porque el agua es un bien económico, vital, escaso, insustituible y no se ha hecho lo suficiente para cambiar la mentalidad productiva y casera. Hace muchos años, un ingeniero mallorquín previsor me dijo que gastar diez litros de agua para lavarse los dientes era inmoral. Predicaba en el desierto.