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Parecerá que hago una broma pero, vista la parrilla de programación de televisión, he de reconocer que el programa que presenta Carlos Sobera es el más intelectual de las cadenas de ondas catódicas. Ni el programa de Risto Mejide ‘Todo es Verdad’, ni el ‘Sálvame de Luxe’, con Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, Coto Matamoros y demás fauna televisiva, pueden ofrecer tanta verdad sociológica como este espacio dedicado al ligoteo.

Vemos pasar a posibles parejas de gays, lesbianas, tímidos, fantasmas, vendedores de motos ocultos bajo una apariencia de seriedad taimada, vírgenes, friquis y un sin fin de seres con mucho vacío en las almas y mucho serrín en la cabeza. Yo suelo mirarlo por si me llevo alguna sorpresa, es decir, si lo que aparenta uno ser acaba en calabazas o triunfa el más hábil en eso de engañar a las damas. Hay que ser muy truhán para que ellas no huelan a lo lejos al típico caradura que solo quiere irse pudiendo llevarse sus diez minutos de gloria. Los hay que, con la excusa de buscar pareja, lo único que pretenden es publicitar su último cortometraje, su primera película, su faceta de diseñadora de moda o vender su nuevo gimnasio. Los hay que van con buena predisposición, que no mienten, y otros que, directamente, la cagan al decir que son de derechas cuando en frente tienen a una de izquierdas y vegetariana. Fracasan también los taurinos o los que detestan a los gatitos y perros, pues hoy en día quien diga que los animales no le gustan, aparentan ser malas personas. Otros fracasan por su risa, o por su falta de simpatía.

Lo que más me gusta son las citas entre ancianos. Por lo general buscan una compañía, pues para muchos hombres la soledad se les hace insoportable –¡cuando nada hay más placentero que la soledad buscada!–. Y tras tanta falsedad en los telediarios, en el cine y en el teatro de la vida, un programa como First Dates nos hace volver a creer en el amor... salvo cuando ves uno o a una que dice aquello de «me gusta mucho viajar», porque entonces ya sabes, serás tú quien pague el viajecito. Abstenerse los que se escapan al final de pagar la cuenta o pagarla a medias. Así no se liga.