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Aprovechando la tragedia que asola en estos momentos Ucrania, la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, tuvo la desfachatez de manifestar el «dolor que producen los conflictos violentos», el rechazo que le provocaban las armas de guerra y la compasión que sentía por los civiles heridos y muertos. Y eso lo decía quien había sido condenada a un año de prisión por apoyar el terrorismo, la que fue editora de Egin y fundadora del diario Gara, órgano de comunicación de ETA en la época más sanguinaria de la banda. Eran los años en los que este medio colocaba la diana sobre aquellos que se destacaban en la defensa de España y eran declarados enemigos de Esukal Herria. Hace falta hipocresía, atrevimiento y doblez moral para transmitir en sede parlamentaria tan piadosos comentarios después de su historial de apoyo y justificación de los crímenes de ETA.

Coincidían estas declaraciones con el informe que emitía una delegación del Parlamento Europeo para evaluar la respuesta de España al terrorismo tras el cese de la actividad armada. En el citado documento se recomienda que todos los crímenes de ETA sean considerados de lesa humanidad y, por consiguiente, imprescriptibles y no amnistiables. Así mismo exige, que para obtener beneficios penitenciarios, los etarras han de colaborar a esclarecer los asesinatos sin autor conocido. De la misma forma urge a la criminalización de los homenajes a los presos excarcelados.

Pues bien, el Gobierno ha hecho y sigue haciendo todo lo contrario a lo que el informe recomienda, con lo que desprecia la opinión de la UE, erosiona la credibilidad del Estado de derecho y falta al respeto a las víctimas dejándolas desprotegidas.

Es una desfachatez que Sánchez se convierta en lacayo de los proetarras, haga lo propio con los sediciosos en Cataluña, gobierne con los comunistas, con los que está a la greña por aquello de ‘OTAN no, bases fuera’ y, a la vez, considere un peligro para el sistema democrático que el PP llegue a un acuerdo con Vox, que acepta plenamente las normas del juego democrático. Imponer el cordón sanitario a Vox no busca la pureza democrática, es la manera de perpetuarse él en La Moncloa pues de esa forma la derecha nunca podría obtener mayoría.