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Ya es más que sabido. Para entender si el PP ha acertado en un movimiento estratégico, y más si es de futuro, basta con contemplar lo que se piensa del mismo en el ámbito de la izquierda. Ante el acuerdo PP y Vox en Castilla y León la reacción ha sido furibunda, de total desquiciamiento. Señal inequívoca de su importancia y de su acierto. La estrategia de Sánchez se ha hecho añicos y barruntan el peligro. Pueden seguir, y seguirán, con los mismos mantras, estoy seguro. Pero la insistencia en la caricatura de Vox como formación de ultra derecha, de la que hay que protegerse con un cordón sanitario, para, al mismo tiempo, boicotear al PP en su capacidad de aliarse y crear una alternativa ganadora de futuro, no les funcionará. Feijóo, evidentemente, no es Casado, que, por cierto, cayó en la trampa de la izquierda, aislándose e incapacitándose como alternativa real, él solito. Casado, con notable ingenuidad, fijó unas líneas rojas frente a Vox, las también queridas y sugeridas por la izquierda, sin advertir que, por ello, nunca conseguiría sus objetivos. Cada día estaba más hundido en el precipicio que él mismo creó.

En cualquier acuerdo de gobierno lo que importa son los términos del mismo, las políticas pactadas, los compromisos adquiridos para ejecutarlas. El Acuerdo en Castilla y León contempla medidas legítimas y razonables y que parecen idóneas para afrontar los problemas más acuciantes de la región. No son un accidente, sino un acto de responsabilidad y coherencia con la voluntad manifestada en la urnas. A la caricatura de Vox, machaconamente impulsada por la izquierda, que tan mal nos está gobernando, se han sumado ahora voces agradecidas desde los medios, que no se ruborizan al enseñar el plumero. Todos ellos están recurriendo al tópico archiconocido del insulto y la mentira. Abrigan, sin duda, la esperanza de convertirla en verdad a base de su repetición, aunque suponga manipular a la gente. Porque, aunque les moleste que se lo digan, no es otra cosa lo que hacen. Quienes a diario se permiten repartir cartas de comportamiento democrático invierten su tiempo y su vida en deformar la verdad, en mentir. ¡Vaya demócratas!

En más de una ocasión he mostrado, en este medio, mi discrepancia frente a ciertas posiciones de Vox. Sigo manteniéndolas. Pero, ello no significa que me adhiera al anuncio de Sánchez de hacer un cordón sanitario a Vox ni que descalifique la que entiendo como legitima acción política. Los calificativos de ‘ultra’, ‘extrema’, ‘fascista’ no son legítimos en una sociedad libre y civilizada, democrática, como se supone que es la nuestra, tanto si aplican al espectro de la derecha como de la izquierda. El único cordón sanitario posible es la propia Constitución. Atrévanse, corifeos de la izquierda, a diseñar, con la Constitución en la mano, la caricatura de quienes pusieron y mantienen a Sánchez al frente del Gobierno. Si algo se ha evidenciado respecto de los acuerdos de Sánchez es que no ha tenido escrúpulo alguno para sumar, ni pagar el precio necesario aunque haya supuesto, y siga suponiendo, una constante discriminación entre las regiones y las gentes del pueblo. ¿Por qué responden con el silencio? ¿Les parece bien su alianza con ‘filoterroristas’ y ‘golpistas’? Y, ¿qué decir del pacto de Gobierno en vigor con los enemigos de la democracia y aliados de Putin? ¿No les parece reprobable un gobierno sustentado en comunistas y separatistas? Sin embargo, muchos, que se empeñan en ver la paja en el ojo ajeno, están cegatos para ver la viga en el propio.

El Acuerdo en Castilla y León ha instaurado un importante precedente, válido en toda España. Por fin, el gallego Feijóo ha roto el nudo gordiano que maniataba el mapa político. Esperamos que ahora hagan honor al mismo. Más de media España lo ha recibido con satisfacción y se siente aliviada. En realidad, por una vez, el pueblo, tan manipulado en la política española, ha estado a la altura debida. ¡Es el único soberano!