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Cuando parecía que salíamos de la pesadilla de la pandemia, gracias a las apuestas fiscales y monetarias y a la crucial aportación de la ciencia, la invasión a Ucrania ha abierto un nuevo foso en este agitado siglo. Las previsiones económicas que se realizaron hace apenas dos semanas se han vuelto obsoletas y la más estricta de las incertidumbres –lo hemos resaltado en otras ocasiones– ha sustituido al riesgo, que es más medible. Muchos hemos escrito sobre augurios económicos a partir de una situación dada, incluso en tiempos de pandemia.

Ahora, la guerra profundiza en la incapacidad para intuir qué puede suceder en las próximas semanas. Cambiamos de criterios, de argumentos, de hipótesis, porque, como diría Keynes, el contexto está variando. Mucho, a gran velocidad. Los factores importantes de carácter económico en esta guerra son diversos y cada analista enfatiza los que considera más relevantes. Pero hay algunos que pueden considerarse como básicos, presentes en toda reflexión y estudio que se está realizando sobre el conflicto.

1. Las materias primas. Foco esencial. Rusia exporta el 40 % del gas y 26 % del petróleo que consume la UE. Produce el 37 % del paladio –materia básica para los sensores y la memoria de los ordenadores, importante a su vez para los coches eléctricos–. Titanio, aluminio, níquel: producciones cruciales de alto consumo en el resto del mundo, con protagonismo productivo ruso. Alimentos básicos: Rusia y Ucrania producen el 28 % del trigo mundial (todos los datos proceden de Bloomberg).

2. Las dificultades del transporte. Se exigen altas primas de riesgo para trasladar petróleo y carbón –procedentes de Rusia– por las rutas marítimas. Dato (de Goldman Sachs): seis millones de barriles diarios de petróleo se exportan por medio de cargueros. Se aprecia riesgo si se producen cortes de suministros: sin salida, entonces, en el mercado. De ahí el interés ruso por controlar Odessa, el mar de Azov y seguir operando en el Mar Negro. Geopolítica de altura.

3. Tensión al alza en los precios de la energía, según datos extraídos de Bloomberg: petróleo y gas, especialmente. Petróleo: 19,33 dólares el barril (abril 2020), 96,84 dólares (febrero 2021), 118,18 dólares (marzo 2022). Gas: 19 dólares por MWh (diciembre 2020), 87,5 dólares (febrero 2022), 204 dólares (marzo 2022). Posible alternativa: incremento de la producción en la OPEP, retorno a Irán, con sanciones que deberían revisarse.

Coda final, a partir de los tres puntos precedentes: la guerra augura subidas en los precios de las materias primas en los próximos meses. Reto para la UE sobre su dependencia energética de Rusia: comprar más gas licuado –aquí el papel de España puede ser crucial, con un 25% de la capacidad europea de regasificación: enlace con el norte de África–, recurso a otros proveedores de petróleo –Irán–. Todas las previsiones sobre la inflación se han dinamitado. Perspectivas, con cautela: no hay recuperación suficiente, sostenida –máxime en este escenario bélico– como para subir los tipos de interés, a pesar de una inflación elevada que no obedece a presiones salariales. Contención, prudencia.