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La implosión, concepto propio del mundo de la Física, llevado al ámbito de la política es un fenómeno que podría describir la actual fase de tensión interna por la que atraviesan en Unidas Podemos. La cosa viene de atrás y remite a las contradicciones propias de un movimiento cuyas raíces antisistema chocan con la realidad política que se deriva de la presencia de algunas de sus dirigentes en el Consejo de Ministros. Están en el Gobierno, pero actúan como si sintieran la añoranza de la calle y las pancartas. Las discrepancias entre las propias ministras moradas –Yolanda Díaz forma parte del conglomerado, pero no es de estricta obediencia de Podemos– afloraron cuando con ocasión de la ley de la reforma laboral que algunas exigían derogar (Belarra, Montero), pero que a la postre se aprobó con el acuerdo hasta de la patronal. Han sido varios los choques de las citadas ministras con la titular de Defensa (Margarita Robles) que también se las tuvo con Pablo Iglesias cuando este era vicepresidente.

La tensión entre los socios y las propias de las distintas facciones que componen Podemos han sido una constante desde que Pedro Sánchez acogió sus votos como el náufrago que se aferra al primer tronco que ve flotando. Pero las cosas han ido a más y la guerra en Ucrania ha hecho saltar por los aires la contención. Belarra, secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, se muestra muy crítica con el envío de armas a Ucrania situando al PSOE entre los ‘partidos de la guerra’.

Yolanda Díaz se ha desmarcado de la posición de Belarra y Montero, pero Pablo Iglesias le recuerda que fue él quien la nombró vicepresidenta y ministra. La división en el movimiento feminista, visible en el 8M, es el último capítulo de las tensiones entre los socios del Gobierno y las facciones moradas. Visto que siguen pastoreadas a distancia por Iglesias, es cuestión de tiempo que las ministras de Podemos acaben dando el portazo. Sí es que no rompen antes con Yolanda Díaz.