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Los ‘opinatodo’ son esa tribu, generalmente en el mundo del periodismo tertuliano televisivo que opinan de todo sin saber de nada en realidad. El otro día estaba hablando con mi amigo el gran pintor Joan Insa, que residió en Nueva York durante muchos años, acerca de este tema. Acostumbrado al periodismo de investigación norteamericano, no dejaba de sorprenderle la actitud de ciertos personajes que servían tanto para un roto como para un descosido. Le contesté: «Joan, son tertulianos de café, al igual que millones de españoles lo son de barra de bar. Que lo mismo son expertos en fútbol que en carreras de Fórmula 1». Y ambos llegamos a nombrar a estos sabelotodo de ‘opinatodo’, gente que no sabía si Ucrania estaba al lado del lago Baikal o del Mar Negro. Que opinan de Putin comparándolo a Hitler y besando las manos del nuevo santo Joe Biden.

Que creen que los rusos nos comerán con patatas y defienden la independencia de Ucrania y su derecho a elegir su destino pero le niegan el pan y la sal a ese otro nacionalismo, el catalán, al que odian y detestan como los destructores de una España grande y libre. Estos ‘opinatodo’, entrevistan a un premio Nobel e interrumpen las respuestas del sabio porque saben más que el entrevistado y son los verdaderos protagonistas de las entrevistas. Yo nunca opinaría de lo que no sé; a mí no me pregunten ni de fútbol ni de tenis, al igual tampoco de temas del corazón.

A mi que me pregunten de geopolítica. O de arte e historia, o de mi debilidad, la ciencia forense de genios como Sir Bernard Spilbury, el forense más grande que dio la era Victoriana en Inglaterra, o Ressler, uno de los creadores de la ciencia del perfil de los asesinos seriales, que cambió la forma de trabajar del FBI. Nadie sabe de todo. Seamos humildes.