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Se están escuchando muchas sandeces últimamente y, como siempre, la verdad es la primera víctima de las guerras. Estoy siendo bombardeado por fake news y semblanzas de la personalidad de Vladimir Putin completamente erróneas porque ni Putin es un loco, ni tan siquiera ha sido el impulsor de esta guerra propiciada por los EEUU, Gran Bretaña y la UE. Ahora ya se le acusa de criminal de guerra, como si Biden fuera un santo varón que jamás se manchó de la sangre de los cientos de seres humanos subidos en las alas de los aviones que despegaron en la huida de Afganistán, ni tuviera nada que ver con la muerte de Gadaffi, Sadam Hussein, la muerte del general más importante de Irán y suma y sigue. Obama ganó el premio Nobel de la paz simplemente por ser negro y ser todo lo contrario a la más que dañada imagen de George W. Bush. Un sátrapa que no puede viajar al extranjero pues teme le salga un exjuez Garzón y le acuse, como intentó hace años con Pinochet, de crímenes de lesa humanidad.

La gente, lo que mi amigo el ex agente del KGB Daniel Estulin llama «masa sucia», que no piensa por si misma y se deja llevar por las directrices orquestadas por los mass media de los poderes en la sombra, desconocen no sólo los auténticos motivos de esta guerra, sino la personalidad de Putin. Le llaman ahora el nuevo Hitler, cuando él odia al nazismo que invadió Rusia rompiendo el tratado de no agresión de Hitler con Stalin y que, éste, estuvo un mes en shock sin poder reaccionar ante tal traición. Tampoco es un nuevo Stalin, pues Putin es ruso, no comunista de la Unión Soviética, aunque si tuvo que poseer carnet del partido como aquí todo el mundo, incluido Adolfo Suárez, tenía que tener el carnet de la Falange. Putin odia el comunismo soviético porque él mismo sufrió, con la caída del muro de Berlín, quedarse sin trabajo como teniente coronel de la KGB, a quienes dejaron tirados y, como me contó Daniel Estulin, ni tan solo a los agentes que nos jugamos la vida en El Congo, o Sudán, por ejemplo, no nos cogían el teléfono.

La imagen que nos ofrece la propaganda de guerra acerca de Putin, llamándolo «perro loco, asesino, psicópata», nada tiene que ver con el auténtico Putin, hasta al que le han sacado, como ese nefasto programa de la Cuatro con el presunto informado Risto Mejide, una presunta madre cuando es sabido la madre de Putin, a quien él adoraba, murió siendo él muy joven. También le han tachado de mujeriego, de tener varios hijos fuera del matrimonio estando casado con Liudmila, cuando él es un abnegado padre de dos hijas a las que ama con locura y protege, como María, a quien tuve la fortuna de conocer cuando ella tenía 19 años en San Petersburgo y Putin era simplemente la mano derecha del alcalde, un hombre que le ayudó en sus momentos de zozobra económica y que falleció con 62 años. Putin aún ni soñaba con ser presidente de la Federación Rusa. Liudmila se separó amigablemente de Putin pues ,como ella dijo, «El está más casado con Rusia que conmigo». Por cierto, Liudmila fue profesora de español y está licenciada en Filología Hispánica. Más tarde, Putin trabajó para Boris Yeltsin, cuya secretaria hablaba español- recuerdas, mi querido periodista de Última Hora, Fabio- y fueron las borracheras de Yeltsin quienes hicieron que la Duma fuera contra él en el intento de golpe de Estado que fracasó gracias a Putin. Como premio, Yeltsin decidió que era hora de retirarse y que entrara sangre fresca. Putin, que no sólo era agente del KGB, sino también abogado experto en relaciones Internacionales tras haber sido director del KGB en Dresde (Alemania del Este) fue el elegido.

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Ahora también se le acusa de haber sido el instigador de los atentados contra edificios en Moscú y de los asaltos al teatro con más de cien víctimas gaseadas y las víctimas de niños en el asalto de una escuela por terroristas chechenos. Chechenia era la piedra en el zapato de Putin en las primeras semanas tras su victoria cómo nuevo presidente de Rusia. Y así la prensa y la televisión están dando una imagen interesada y distorsionada de un Putin que piensa como ruso, no como soviético, que relanzó la economía de Rusia tras los años en que ni Gorbachov ni Yeltsin pudieron ni supieron levantarla y ahora EEUU oculta que no va a poder hacer nada con las sanciones impuestas, pues China va a pagar a Moscú en euros, no en dólares, una moneda cada vez más de capa caída, y así el gas y el petróleo ruso tendrá su propio mercado. Todas las economías occidentales irán por ende, a la quiebra, por mucho crean los norteamericanos que, robando las propiedades de los mil millonarios rusos- coches, mansiones, yates, cuentas corrientes, etc- los van a poner en contra de Putin.

Ahora tenemos la gran amenaza, la nuclear, con misiles rusos que podrán destruir todo el continente americano en cuestión de horas y sin previo aviso, una guerra relámpago que no dará opción ni a la OTAN ni a nadie a poder responder. Son las nuevas armas de misiles hipersónicos transcontinental que parece el gobierno norteamericano desea Putin apriete el botón nuclear. Un error que, a mi punto de ver, es imposible por irresponsable y más sabiendo que Putin no da puntada sin hilo y lo tiene todo estudiado de antemano como si jugará al ajedrez, que, no olvidemos, los rusos son grandes maestros en ello.

Podemos estar tranquilos en Mallorca porque la guerra nuclear, como amenaza, es factible, pero no lo es en términos reales y efectivos. Todo lo que narra la universidad de Princeton en su estudio acerca de una probable guerra nuclear, con más de 90 millones de muertos, y un largo infierno nuclear de polvo radiactivo, sino también contándola por fases de ataque, desde el preventivo hasta el final, dudo yo Putin desee pasar a la historia como el mayor genocida de la Humanidad. De momento, yo salgo cada día al balcón de mi terraza desde donde diviso la bahía de Palma libre de portaviones norteamericanos. Cuando vea al único portaviones ruso que posee la Federación Rusa en nuestra bahía, entonces si empezaré a preocuparme. Don't panic.