Dicen, cuentan, cotillean, que hasta altas horas de la noche se le oyó a Pablo Casado decir «Es que no lo entiendo», «No he hecho nada malo», en la sede del PP mientras los barones, reunidos en jauría, devoraban sus restos políticos obligándole a dimitir para ceder el paso al hombre tranquilo de Galicia, ese hombre que lleva años sentado a la puerta de su casa viendo los cadáveres de sus enemigos pasar. Que entre Casado y Ayuso había bofetadas era vox populi, venían de lejos, de cuando Ayuso dejó de ser la apuesta del joven Casado para convertirse en la esperanza del viejo PP. Y aquí lo de vox y esperanza tómelo cada cual como mejor entienda. Tanto fue el cántaro a la fuente que, al final, se rompió, pero, hete aquí la sorpresa, resultó que quien se rompió no fue Ayuso, la sospechosa de nepotismo y corrupción, sino Casado, el que vino con la promesa de regenerar al viejo partido podrido. Ayuso, de momento y solo de momento, sigue atrincherada en Madrid y cede el paso al asalto de La Moncloa al hombre tranquilo que, ahora sí, parece dispuesto a afrontar tal empeño si lo hace unánimemente aupado por las multitudes peperas.
Es que no lo entiendo
Palma03/03/22 3:59
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