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Está pasando casi delante de las cámaras. ‘Casi’ por que las imágenes se siguen pudiendo difundir después, o esconder, pero si se esconden se corre el riesgo de que otros las muestren y demuestren que hemos mentido. El lado primitivo de la condición humana, ese que se manifiesta en la violencia, es la primera tentación cuando el otro se niega a actuar como queremos que actúe. La agresión, la guerra es, en realidad, el reconocimiento de la impotencia: la incapacidad de convencer al otro mediante el razonamiento, convencer mediante el uso de la razón y la aptitud, no de vencerse unos a otros sino de vencer juntos los obstáculos. Cuando el hombre pierde la cabeza, la ‘razón’ lo abandona, pues razón es justicia –yo tengo razón, yo tengo la verdad– y es inteligencia, yo ‘razono’, yo no estoy a merced de mis instintos porque tengo inteligencia y esa inteligencia me otorga, no solo independencia, me otorga libertad.

El otro ‘poder’ desfila ante las cámaras, estos días, desterrado a su condición animal en forma de tanques, explosiones, guerra. En forma de violencia. Ambos bandos tratan de imponerse por el manejo de algo que no es implícito, no llevan dentro, hay que recurrir a una herramienta exterior, las armas, cuando la paz solo puede imponerse por la fuerza de la paz.

Mientras la buscamos, los seres humanos sufrimos y sufrimos mucho. En una misa celebrada en la Catedral de Mallorca, la representante de una de las partes en conflicto apenas podía pronunciar las palabras, víctima de un dolor, en realidad, muy antiguo en la región: fronteras, siempre en movimiento, de unos pueblos tratando de dominar a otros y apoderarse de recursos ajenos por la fuerza. La razón trae la justicia y la justicia, la paz. Y cuando no se sabe dónde está la una ni la otra rezar y pedir que Dios, que nos quiere por encima de todo, implante la Suya, su Justicia y su Paz.