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En su obsesión por el consenso, que es lo que diferencia a la izquierda dialogante con la derecha inmovilista, el Govern anuncia acuerdos inexistentes con patronales y, eso sí que tiene mérito, obliga a los empresarios a posar para la fotografía, que es lo que realmente importa. Negueruela ha conseguido que los hoteleros de Mallorca, que anunciaban primero que apoyaban la ley turística para, días después, mostrar su indignación, no tuviesen problemas para posar junto él para pedir el apoyo de todos los partidos a la nueva normativa. Algo nos hemos perdido para que la patronal hotelera de Mallorca mostrase su respaldo al decreto ley estando en contra tras una solemne imagen donde una veintena de hoteleros decían que la normativa era ideológica. Poco se ha hablado que en el encuentro del consenso de Negueruela no había hoteleros de Ibiza y Menorca, lo que demuestra la sensibilidad del Govern por las llamadas ‘islas menores’.

El conseller de Turisme es realmente un político duro de pelar y eso es lo que piensan hasta sus más estrechos colaboradores, que aprovechan cualquier oportunidad para mendigar un puesto de trabajo.
El problema no lo tiene Negueruela, que es eficaz y, sobre todo, muy trabajador. El drama se vive en las patronales empresariales, que han perdido el norte desde hace años, no ahora, y que viven más pendientes de las fotos que de defender a sus afiliados.

Ahí tienen al presidente de PIMEM, Jordi Mora, capaz de defender desde el primer día la normativa turística y seguramente sin leer ni el borrador. Poco se ha hablado de la reciente dimisión del presidente de las pequeñas cadenas hoteleras, asociación integrada en PIMEM, días después de los aplausos de Mora al decreto turístico.

Como digo el problema es de unas patronales sin rumbo y con problemas de liderazgo. Los grandes hoteleros hace tiempo que van a su aire y la irrelevante Federación Hotelera de Mallorca no les interesa lo más mínimo. Para que entiendan perfectamente el nivel recuerdo que en 2018 las principales críticas de la patronal hotelera en la feria turística de Berlín apuntaban a Biel Company, entonces jefe de la oposición, a la vez que los representantes de la federación se hacían fotos con Armengol a diestro y siniestro en el estand de Balears.

Hará falta mucho tiempo para comprender cómo es posible que al principio la patronal hotelera de Mallorca, que no de Ibiza y Formentera ni Menorca, apoyase la moratoria para criticarla firmemente dos semanas después y volver a respaldarla cuando Negueruela les citó en su despacho de la Conselleria de Turisme este pasado jueves.

Peor son los argumentos utilizados en su última comparecencia por la presidenta, María Frontera, que es capaz de defender al mismo tiempo el decreto turístico y asegurar que la moratoria que incluye el decreto ley «limita la libertad de mercado y frena la sana competencia». O existe un pacto para eliminar la moratoria, que es improbable, o se mantendrá durante la tramitación y se ha impuesto a Frontera que no siga protestando. O quizás existe miedo por algo, que también es posible. Lo de luz y taquígrafos lo dejamos para otro momento, pero el esperpento vivido durante la última semana es de los que hacen historia aunque tampoco deben extrañar a nadie.