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Ahora que vamos por la calle sin mascarilla, nos la ponemos en la puerta del bar y nos la quitamos de nuevo al sentarnos en la mesa, permítanme de nuevo que opine como pienso. Si le gusta lo que digo, bien, y si no, también. Los pisos son para vivir y los hoteles para hacer turismo. De la misma manera que no se nos ocurre que pueda haber una fábrica de calcetines en el quinto derecha, ni un restaurante en el tercero de la señora Rosario, por qué razón nos parece lógico alojar cada fin de semana a un grupo de turistas británicos quinceañeros en el ático del señor Antonio.

A nadie le apetece encontrarse cada semana en el ascensor un inquilino nuevo cargado con maletas, puede que ebrio, que ha venido a divertirse unos días en nuestra Isla escapando de la rutina de su Manchester natal. Y ya sé que muchas familias se sacan un sobresueldo alquilando a turistas, a través de la web, el pisito ese que heredaron y que tiene buenas vistas, pero no se construyó para eso ni paga impuestos por ello.

Mientras, el joven Joan, que el chaval ha conseguido su primer empleo de mil euretes al mes y que quiere irse de la casa de sus padres, no encuentra un puñetero piso para alquilar porque no le da ni para ir al Mercadona a comprarse unas pizzas. Las ciudades no son un gran resort and spa ni nuestros pisos habitaciones de luxe. Para todo lo demás, al hotel vas.