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Sucedió en Caná de Galilea. María fue invitada a una boda por unos amigos que más tarde tuvieron la feliz ocurrencia de invitar también a Jesús con sus discípulos. Después del rito con las oraciones, ceremonias y alegres bailes, tuvo lugar el tradicional banquete nupcial. Y casi al final sucedió algo extraordinario: María, la madre de Jesús se acerca a su Hijo y casi secretamente le dice: no les queda vino.

El evangelista no tiene ningún reparo en transcribir literalmente la confidencia de Jesús: «Mujer, déjame, aún no ha llegado mi hora». La intervención de María no se hizo esperar. Sin preámbulos ni explicaciones, inmediatamente dijo a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». Y Jesús con una obligada sonrisa les mandó: «Llenad las tinajas de agua». Y después vino el milagro, gracias a la sugerencia de María, plenamente confiada en su Hijo.

Los padres de los novios pensarían admirados: tuvimos un gran acierto al invitar a María y a Jesús… El evangelista Juan afirma: «Este fue el primer signo que hizo Jesús». Gracias a la presencia de María entre los invitados. Dios la había escogido como mediadora universal…