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Nunca me gustó ese señor. Su aspecto de personaje bajito e inofensivo no me inspiraba confianza. Quizás fuese su mirada. Los ojos de alguien dicen mucho, a menudo explican lo que la boca calla. Me recordaba a Charlot, pero no al tierno, melancólico y enamorado de Candilejas, sino al Charles Chaplin despiadadamente sátiro de El gran dictador, en una película que se convierte en parodia del nazismo.
José María Aznar hizo una conferencia en el Círculo Ecuestre de Madrid. Se titulaba: ‘Agendas cruzadas: Madrid-Barcelona’. No es difícil imaginar sus palabras: atacó duramente el independentismo, apeló a las leyes y a la Constitución como algo inamovible por los siglos de los siglos, una especie de yugo eterno… Me pregunto si alguien le habrá explicado que en España ha habido diferentes Constituciones, que las leyes sirven para mejorar la convivencia entre las personas pero no para subyugarlas y que ser flexible acaba dando buenos resultados en esta vida. Además Aznar repitió aquella gran frase, tan rimbombante como absurda, de que «Catalunya será con España o no será».

Una afirmación que suena a amenaza terrible y que no deja de producir cierta risa, porque hace mucho tiempo que Catalunya sobrevive sola, como buenamente puede o le permiten.
Sin embargo lo mejor de la conferencia lo reservó el ilustre ponente para hablar del tema de actualidad: los ataques a la inmersión lingüística, que está en el ojo del huracán y en el de aquellos que siempre han perseguido la lengua de Ramon Llull.

Según Aznar, los catalanes no quieren salvar el catalán, sino extinguir el castellano. Curiosa manera de darle la vuelta a la tortilla. Seamos serios: ¿alguien en su sano juicio puede creer que el castellano es un idioma en peligro de desaparición? ¿De verdad? ¿Y el catalán, que cada vez se habla menos en la calle, es ahora el rey del mambo? Por favor. El estado de salud del castellano es magnífico. Yo diría que se aprende respirando por la calle. El catalán es una lengua agotada y con secuelas, como si hubiese padecido una COVID agresiva. Cuidemos a los idiomas débiles y a los enfermos, a los marginados, a los que han sido maltratados, a los que han padecido el olvido y el desdén: el catalán, por ejemplo.