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Cumplimos este 2022 los cien años del fallecimiento de quien, con Joan Alcover, Marià Villangómez y Rosselló-Pòrcel –sin olvidarnos de otros excelentes poetas nuestros más contemporáneos como Andreu Vidal o Bartomeu Fiol–, es uno de nuestros grandes poetas, me refiero a Miquel Costa i Llobera. Incluso el viernes 20 de octubre de 1922 en el periódico El Eco de Santiago de Compostela resonaba su biografía y en el mismo se leía lo siguiente: «En Mallorca y cuando estaba predicando en una fiesta que se celebraba en el convento de Santa Teresa falleció repentinamente el canónigo D. Miguel Costa y Llobera, príncipe de los poetas mallorquines». Y añadía: «Según Menéndez Pelayo la influencia que Costa ha ejercido en la poesía lírica moderna es extraordinaria. En el volumen de poesía titulado Horacianas llegó al mayor grado de esplendor de forma e intensidad de fondo que ha conseguido la lírica neolatina». Recordar que Menéndez Pelayo fue uno de los grandes eruditos de la cultura europea del siglo XIX, amigo de otro sabio, José María Quadrado que tanto hizo por el Archivo del Reino de Mallorca y por desmenuzar los aspectos más recónditos de nuestra historia, además de propinarle una vindicación a George Sand. Libro de cabecera de Umberto Eco era la Historia de las ideas estéticas en España, obra muy documentada de Menéndez.

Una de las cosas de estos poetas y eruditos conservadores, gente de una cultura potente, como Juan Luis Estelrich, Maria Antònia Salvà o Guillem Colom Ferrà, es que la apisonadora de lo sostenible y de lo políticamente correcto que está en marcha hoy los va orillando porque ya no se sabe separar el grano de la paja y con un calificativo-analfabeto se despacha a toda una pléyade de sabios que tuvimos y de los que podríamos extraer un denso y nutriente jugo. Bien es verdad que para hacerlo hay que leer mucho y no son, estos, tiempos ni para la lírica ni mucho menos para la épica. Hemos decidido renunciar a un poso cultural denso, a la cultura humanística, y eso lo pagaremos con creces, lo estamos pagando ya.

La influencia de la poesía y de la oratoria sacra de Costa i Llobera cruzó la mar océana y llegó sobre todo a Chile y con mucha fuerza a Colombia. En la Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, se encuentran varios artículos del republicano y profesor de Historia Natural Francisco de Sales Aguiló Forteza (1899-1956) que acabó en el exilio colombiano pero sin olvidar a sus poetas mallorquines (Alcover, Salvà, Costa). En el periódico El Iris (1924) que se hacía en Badajoz leemos lo siguiente: «Pollensa, la villa natal del egregio poeta Mn. Costa y Llobera tributó noble y digno homenaje al hijo que más la honra, según reza la lápida que se acaba de colocar en la señorial casa en la que nació el ilustre cantor del Pi de Formentor». Una sociedad que no honra a sus poetas renuncia a lo que fue en aras de una globalización cutre, analfabeta y llena de trampas como la que nos están imponiendo con calzador y una ingeniería social muy efectiva, aunque de pacotilla.