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Podría sospecharse que los dos guiris del jurado, vinculados a las propuestas para Eurovisión de sus respectivos países, Islandia y Austria, votaron a mala leche para estorbar el triunfo en el Benidorm Fest de una buena canción española y debilitar así el terreno de la competencia, pero según Máxim Huerta, el presentador del Festival, los susodichos estaban fascinados con las Tanxugueiras.
La responsabilidad de que saliera elegida la criatura que atiende al nombre de Chanel habría que buscarla, pues, en la parte nacional del jurado, compuesta por tres damas que nadie sabe quién eligió ni por qué.

Como quiera que el escandalazo del resultado del Benidorm Fest ha trascendido del mundillo euro-fan e inunda la redes sociales, las conversaciones en el trabajo y en los bares y hasta el debate político, acaso convendría recapitular un poco a fin de encontrar alguna explicación racional a un hecho tan absurdo como el que nos ocupa, la elección para representarnos en Eurovisión del feísmo en estado puro, así en la música, llamémosla así, como en la letra, pues el chunda-chunda titulado ‘SloMo’ tiene, aunque parezca increíble, letra. Una vez desencriptada la jerigonza ininteligible de la misma, que pudiera emparentarse con alguna de las variantes del ‘spanglish’, parece que habla de una chica Bugatti que con su ‘boom, boom’ le da a no sé quién bastante ‘zoom, zoom’.

Pese a que la necesidad de evasión es mucha tras dos años de miedo, enfermedad, muerte y restricciones, lo que explicaría ese súbito y masivo interés por la simpática banalidad del Festival de Eurovisión, no deja de sorprender semejante movilización social ante un tongazo del calibre del expuesto, pero acaso no sorprendería tanto si se advierte que el enjuague habido en el Benidorm Fest se compadece con el que se usa en las democracias débiles y que consiste en arreglárselas para que el poder plutocrático (el jurado) prevalezca sobre la voluntad popular (el voto del público), mediante toda clase de artimañas normativas.