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Tejer haciendo labor de ganchillo debe tener su aquel si de lo que se trata es de relajarse, siempre y cuando a uno le baste con poco para hacerlo. Otros necesitaríamos de entretenimientos algo más complejos para lograrlo, dicho sea ello con respeto y quizás hasta con envidia. Lo cierto es que lo de hacer ganchillo ha ido a más en estos tiempos de confinamiento en los que desconectarse de una realidad entorpecida y amenazadora tiende a imponerse.

Y así lo confirman desde una empresa catalana que en los últimos dos años ha multiplicado por cuatro sus ventas. Bien, que no todo ha de ser televisión y pantallitas más o menos espabiladas pero indiscutiblemente eficaces en su labor de adicción. El éxito está sorprendiendo a los responsables del negocio que destacan que el 40 % de su clientela tiene menos de 60 años. Y a esta curiosidad que incluye a gente joven en el retorno al ganchillo, vale la pena añadir lo desconcertante que encontramos en la evolución del asunto.

Cuenta uno de los responsables que al fundarlo en el 2014 lo hizo con el «propósito de digitalizar un sector muy analógico», modernizando así el concepto de mercería familiar. Dos años después, se ha dado cuenta de que sus clientes quieren tocar los tejidos con sus manos, lo que le ha llevado al ‘mundo offline’ que actualmente representa el 70 % de las ventas. ¡Ajajajá, la labor de ganchillo se deja de virtualidades! Tal vez vueltas a atrás como esta no escasearán de aquí a unos años, contrariamente a lo anunciado por los profetas del momento. En cualquier caso, el retorno a lo ‘offline’ ha sido tan provechoso que los propietarios han abierto tienda también en Madrid.