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Acabamos de asistir a una muestra de prepotencia y egoísmo propia de los tiempos que corren. Novak Djokovic, posiblemente uno de los mejores tenistas de la historia, ha mentido y falsificado documentos para poder entrar en Australia y jugar el Open de tenis que se celebra allí. Australia es uno de los países más implacables en su política de fronteras, de hecho tiene islas donde encierra a los inmigrantes ilegales pobres que llegan a sus costas. Pero, hete aquí que llega este señor blanco, europeo y millonario y, porque a él le place, decide saltarse todas las normas. En concreto las relativas a la vacunación contra la COVID. Djokovic es un personaje muy polémico que, igual que se fotografía con matarifes serbios de la guerra de los Balcanes, hace apostolado contra las vacunaciones. Al falso grito de ¡Libertad! tantas veces mal usado y coreado con entusiasmo en nuestros lares, lleva por bandera su negativa a vacunarse, habiendo llegado a ser un referente mundial para los negacionistas que, si pudieran, a buen seguro le cambiarían el Djokovic de su apellido por el Dnocovid de su ideología.

Una persona es libre de vacunarse o no, pero esa libertad que con tanto ahínco dicen defender los Dnocovids del mundo, lleva aparejada otra palabra que este señor y los miles y miles que le siguen parecen no entender: responsabilidad. Lo menos que se le debe exigir a quien voluntariamente toma la decisión de no vacunarse es ser consecuente con su decisión y acatar las reglas que tenemos y cumplimos el resto de los mortales. El no vacunarse hoy, cuando los contagiados en el mundo se aproximan a los ciento treinta millones y los muertos superan los cinco millones, es el mayor ejercicio de egoísmo e insolidaridad que puede haber. Millones de personas están muriendo en las UCI de todo el mundo, y millones lo están haciendo en el olvido de las calles de los países pobres a los que les hemos negado la vacuna. Nos enfrentamos a una pandemia global que debe ser tratada globalmente y desde la solidaridad.

Son millones los que quieren vacunarse y no pueden, pero eso a este señor le importa un bledo, quizá porque, con su prepotencia, cree que las normas están solo para los demás y sabe que él nunca será encerrado en esa isla australiana donde encierran a los pobres que emigran porque, en este mundo, lo que marca cómo te traten no son la justicia o los derechos humanos, sino el dinero que tienes. Chapó por los jueces australianos que lo han mandado de vuelta a su casa y han hecho que Vacunovic haya ganado a Dnocovid por 6-0, 6-0, 6-0.