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Anda la derecha, y los socialistas no rendidos todavía a Sánchez, expectante sobre cuando éste mandará a su casa al incompetente Garzón. Y, sin embargo, la gran pregunta se ha de formular a la inversa: cuándo Garzón echará a la suya al no menos incompetente y supremacista Sánchez. Llegará el momento en que se hará patente la verdadera catadura moral y democrática del personaje, que tanto mal está propinando a este país. A decir verdad, el ‘podemismo’ inició su carrera de sustitución en lo ideológico desde el primer idea de andadura en coalición. Ahora mismo es más que evidente que la manija de la iniciativa del Gobierno no la lleva Sánchez. La maneja con destreza ‘Podemos’. La ideología que impera en todos los ámbitos no es la socialdémocrata sino el comunismo puro y duro. El incontrolable precio de la luz o las macrogranjas son simples anécdotas de entretenimiento. La consumación de la sustitución física habrá de esperar al momento electoral. Pero, llegará.

Lo que se está fotografiando y exponiendo a la luz pública es el inicio de la descomposición del gobierno Frankenstein, que irá desmembrándose en pedazos, a medida que pase el tiempo. Por cierto, éste jugará en contra de Sánchez. Será éste, sin duda, el responsable de tanto desvarío, del empobrecimiento aún mayor de los más pobres y del increíble desgobierno que mal preside. Jamás, nadie, en esta sufrida España, se había tomado tales confianzas y desatención. Tampoco soy muy original que digamos. Ya lo ha predicho el mismo hacedor del invento, Iván Redondo. Fue él y su cliente rico, quienes, despreciando a medio mundo y haciendo honor a su ADN, engañaron a la anestesiada Troya, dejaron la ciudad en manos del ‘coletas’ y pusieron su gobierno en manos de los planteamientos ideológicos marxistas. El resto es historia muy conocida.

Han pasado ya dos años y la frustración comienza a hacer mella en la ignorante masa ‘podemita’, que, como dice Quevedo, se creyó a pie juntillas aquello de la revolución pendiente. Esto es, firmemente, a cierra ojos. España, ahora sí, amanecerá convertida en república, se acabará en ella con todo rastro de franquismo y la derecha católica se silenciará. Además se transformará en un país progresista: cultura de género, adiós al machismo y viva el feminismo, sólo pagarán impuestos los ricos, los sentimientos decidirán la nación y la lengua, la libertad conlleva sumisión al Gobierno, no hay otro estado de derecho que la voluntad popular expresada en las urnas, todas las instituciones públicas serán controladas por nosotros y hasta dispondremos de abundante dinero para repartir entre los nuestros y, de este modo, garantizar el voto para el futuro.

Tan bello y esperanzador programa llegó a entusiasmar a la gente del campo y la ciudad, a vagos y maleantes, a profesores de escuela y funcionarios y hasta la clerecía. ¡Vaya papelón de nuestros obispos en la negociación con el Gobierno! Además de perder con estrépito las posiciones detentadas y venir a peor condición en todos los ámbitos negociados, se han dejado en el envite, presuntamente, la dignidad, han corrompido su función y han marginado con claridad el Evangelio. Todos ignoraron, y eso que era un hombre de izquierdas, al gran Antonio Machado. Habrían sabido que somos gente con «los ojos turbios de envidia o de tristeza», que «guarda su presa y llora la que el vecino alcanza», que «no fue por estos campos el bíblico jardín» y «por donde cruza errante la sombra de Caín». ¡No lo conocen ni los suyos!

Aparecerá, pues, el cainismo. Los varones de la España rural ya cargan contra el Gobierno. Las feministas socialistas afilan sus armas contra Irene Montero. Los sindicatos no podrán acallar a la clase trabajadora. ¡Vaya papelón con la reforma laboral! Al final, todos a la greña. Y es que una coalición entre antisistema, sectarios, caraduras y dogmáticos no puede permanecer. La envidia se los comerá.