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Si la COVID ha tenido el descaro de meterse en el cuerpo de Messi, cómo no lo va a hacer en el resto de los pobres mortales. Sorpresivamente pocos días después ya dio negativo. Igual que Alves que, a una semana de su debut también dio positivo, pero, aun así, jugó contra el Linares en Copa del Rey. Seguramente ser jugador profesional aporte un salvoconducto del que carecemos los ciudadanos de a pie. La COVID tal vez sea futbolero. Debió pensar Djokovic que también el mundo del tenis tendría dicho salvoconducto y que las autoridades australianas harían la vista gorda.

Ni corto ni perezoso, se plantó allí, con su triste PCR, dispuesto a jugar el Open de Australia. Horas retenido y, hala, a tomar por saco, por no acatar las normas. Pero su padre, al que se llena la boca hablando de su retoño caprichoso, dice que su hijo es un espartano luchando contra el mundo.

Quizás confunda la raqueta con una espada. Luego sale Miguel Bosé y habla que las vacunas son venenos para tenernos controlados o diezmar a la población y bla bla bla, pero él viaja por todo el mundo como un bandido, ¿no será que está vacunado y donde dije digo, digo Diego? Macrón manifiesta que le encanta fastidiar a los antivacunas y se le echan encima en las redes sociales, pero yo que sé, creo que yo me lo pasaría pipa también. ¿Que no va bien tal cosa? Hala, doble jarabe y que nadie tosa que sino sacó a la guardia armada. Total, el Govern hace algo similar y yo me quejo y los pongo a parir, pero entiendo a Macrón, a Sánchez y al ‘Coletas’, ah, no, éste ya no está, se me va la olla con tanto omicrón que, por cierto, me parece una nueva versión de Windows. Me sueltan Windows WK Ómicron y me lo trago al igual que he llegado a pensar que ‘flurona’ es una nueva marca de desodorante.